Perú y Bolivia llevan más de dos años sin embajadores. Desde diciembre de 2022, ambos países operan solo con encargados de negocios, tras el quiebre diplomático ocasionado por la crisis política en Perú y la negativa del gobierno boliviano a reconocer a Dina Boluarte como presidenta constitucional.
La reciente declaración de Boluarte ha reavivado el conflicto. En su mensaje por Fiestas Patrias, la mandataria afirmó que su gobierno ha evitado que el Perú “se convierta en un país fallido como Bolivia, Cuba o Venezuela”
La respuesta desde La Paz no se hizo esperar. El vicecanciller boliviano, Elmer Catarina, calificó las declaraciones de “inadmisibles y ofensivas”, y convocó al encargado de negocios peruano para entregar una nota de protesta formal
El enfriamiento de las relaciones bilaterales ha tenido un alto costo diplomático. La falta de embajadores desde 2022 no solo afecta el diálogo político, sino también los mecanismos de cooperación económica, migratoria y cultural. Mientras tanto, los pueblos fronterizos de ambos países siguen compartiendo vínculos históricos, al margen del ruido político.
Expertos en política exterior advierten que el uso de lenguaje incendiario por parte de líderes de Estado puede tensar aún más la ya frágil relación bilateral. La figura de un país “fallido” no solo es ofensiva para Bolivia, sino que también mina la credibilidad del Perú en la región.
Con embajadas vacías y palabras encendidas, Perú y Bolivia están más lejos que nunca.