El congresista de Renovación Popular, Alejandro Muñante, entregó una placa de reconocimiento al Movimiento Misionero Mundial (MMM) de Surquillo. La distinción fue recibida por el reverendo Marco Trujillo, pastor del MMM en dicha congregación. El acto, difundido el pasado 2 de noviembre a través de la página oficial del MMM Miraflores en el marco de los 40 años de la Iglesia, ha encendido una alarma en las redes sociales, desatando una oleada de críticas sobre el uso de la fe para fines políticos.
El Movimiento Misionero Mundial es una influyente iglesia evangélica en el país, conocida por su discurso fuertemente conservador frente a temas como la «ideología de género», el aborto, el matrimonio homosexual entre otros.
Más allá del gesto simbólico, el evento evidencia –una vez más– la percepción de la instrumentalización de la fe como herramienta política para alcanzar fines electorales.
A puertas de la campaña para las elecciones 2026, este tipo de acciones no pueden ser interpretadas como actos gratuititos ni meramente protocolares. Muñante, figura reconocida del bloque conservador del congreso, busca reforzar sus vínculos con las bases religiosas que han sido clave para la consolidación del voto evangélico a favor de Renovación Popular.
De hecho, esta no es la primera vez que el MMM avala públicamente la figura del congresista Muñante. El propio presidente del movimiento, Luis Meza Bocanegra, ya lo ha reconocido y felicitado previamente como un congresista que «celebra una batalla contra las tinieblas» y un representante clave de la comunidad cristiana. Este historial de mutuo reconocimiento refuerza la percepción de muchos hermanos de una alianza política cimentada en intereses electorales y valores compartidos.
Es importante precisar que esta nota no busca cuestionar a la comunidad evangélica ni su derecho de expresar y practicar su fe. La crítica apunta hacia cómo el MMM permite el uso de espacio religiosos como plataforma política, donde la línea entre la predicación religiosa y la propaganda política se vuelve cada vez más difusa. Cuando las iglesias se convierten en escenarios de promoción electoral, dejan de ser espacios de oración para transformarse en tribunas políticas.
El reconocimiento al MMM, más que un acto institucional, parece ser parte de una estrategia más amplia para convertir la fe en capital político, apelando a emociones, valores y símbolos religiosos como vehículos de legitimidad.






