La Policía Nacional vuelve a estar en el centro del escándalo. Esta vez, no por un operativo fallido ni por un exceso en una intervención, sino por algo más básico y corrosivo: presuntos cobros internos para garantizar “estabilidad laboral”.
Los implicados serían el comandante Luis Cordero Granda y el capitán Delgado, ambos asignados a unidades de investigación criminal en Abancay. Estos oficiales mantenían un sistema interno de pagos que condicionaba la permanencia del personal en determinadas áreas.
Según denuncias reveladas en mensajes filtrados, Cordero y Delgado habrían pedido entre 3 mil y 5 mil soles a suboficiales en Apurímac para evitar que los cambiaran de puesto. Las conversaciones muestran montos, nombres y hasta plazos, como si se tratara de un trámite ya inserto dentro de la institución.
La Inspectoría General ya abrió una investigación para determinar responsabilidades, aunque los denunciantes temen represalias. El caso expone la institucionalización de la corrupción en el Perú, donde ciertas prácticas parecen haberse convertido en una forma paralela de funcionamiento. Para un suboficial, el cambio de puesto puede significar mudanza forzada, alejarse de su familia o perder ingresos. Es ahí donde algunos oficiales habrían encontrado un nicho para el chantaje.
Todo esto ocurre en un escenario en el que la PNP enfrenta una crisis de legitimidad. Según un informe reciente, la confianza ciudadana cayó a 14,2% este 2025, uno de los niveles más bajos en años.
Si bien, el Ministerio del Interior aseguró mediante un comunicado, que se vendrían realizando las investigaciones correspondientes y que mantendría una política de tolerancia cero frente a cualquier acto de corrupción que afecte la institucionalidad y la confianza ciudadana.
El hecho no sólo expone un posible circuito de cobros, sino la fragilidad de un sistema que depende de la palabra, la ética y la disciplina. Y justamente ahí es donde más se siente la grieta.
Mientras avanza la investigación, lo que queda claro es que el problema no es un hecho aislado, sino otro recordatorio de que la corrupción policial no siempre se ve en operativos o en las calles, a veces viene desde adentro.









