En las últimas décadas, Nigeria se ha convertido en uno de los países mas letales para los cristianos. Según Global Christian Relief, cada año más de 4 mil creyentes son asesinatos por su fe, una cifra que supera el resto del planeta en conjunto. Por su parte, la organización internacional Open Doors advierte que en Nigeria mueren más cristianos por su fe que en cualquier otro país del mundo, registrando un nivel de persecución de 88 sobre 100, uno de los más altos del ranking global.
Esta violencia se concentra principalmente en el norte, donde desde 1999 doce estados de mayoría musulmana aplican la sharía. [1] En estas regiones, según Open Doors, los cristianos enfrentan discriminación estructural al ser considerados ciudadanos de segunda clase. Además, cristianos de origen musulmán sufren rechazo y, a menudo, violencia física por parte de sus familias.

Desde el auge del grupo terrorista islámico Boko Haram en el 2009, y más recientemente, del Estado Islámico en África Occidental (ISWAP), los ataques contra la población cristiana se han intensificado y expandido hacia otras ciudades del país. En los últimos catorce años, se estima que aproximadamente más de 52 mil cristianos han sido asesinados mientras millones han sido desplazados forzosamente de sus hogares.
Open Doors precisa que, además de Boko Haram e ISWAP, la violencia también proviene de sectores radicalizados de comunidades fulani y, en menor medida, de hausa y kanuri, lo que refleja un entramado complejo donde convergen factores étnicos, religiosos y políticos. El informe de Global Christian Relief confirma que los ataques sistemáticos buscan expulsar a los cristianos de sus tierras, mientras que Open Doors añade que la persecución combina hostilidad etnoreligiosa, opresión islámica y nacionalismo religioso.
Esta violencia se manifiesta en asesinatos, lesiones físicas, secuestros, violaciones, trata de personas y otras formas de violencia sexual, con mujeres y niñas como las principales víctimas. También se han reportado casos en los que niños cristianos son obligados a adherirse a los preceptos religiosos islámicos. A esto se suman la destrucción de propiedades, tierras de cultivo y ataques nocturnos a aldeas, así como medidas estatales que vulneran la libertad religiosa, como el encarcelamiento de cristianos acusados de blasfemia.
Otras medidas empleadas para sembrar el terror por los grupos terroristas son la destrucción de la propiedad privada y las tierras de cultivo pertenecientes a comunidades cristianas. Según Open Doors una forma muy específica de violencia contra los cristianos son los asaltos nocturnos a las comunidades pequeñas. Por su parte, el gobierno ha ejercido violencia y vulnerado la libertad religiosa al encarcelar cristianos por acusaciones de blasfemia. Como resultado de esta violencia, los cristianos se ven obligados a vivir bajo condiciones de refugiados o desplazados internos.
Decepción gubernamental y deber internacional
No obstante, pese a la magnitud de la crisis, el gobierno de Nigeria ha mostrado una respuesta decepcionante para amortiguar esta violencia. El actual presidente, Bola Ahmed Tinubu, llevó a cabo una importante reestructuración administrativa que proporcionó un mayor equilibrio representativo de ambas confesiones en los puestos de liderazgo que el de su predecesor, Muhammadu Buhari, criticado por favorecer a funcionarios musulmanes y permitir la impunidad de las violaciones a los derechos humanos. Este escenario brindó expectativa a que se logre un cambio positivo hacia el reconocimiento de la crisis humanitaria que los cristianos sufrían, y que propiciara una intervención más eficaz de las fuerzas de seguridad para garantizar su protección; sin embargo, estos resultados jamás llegaron a materializarse.
Ante este panorama, es imperativo que Nigeria intensifique sus políticas de seguridad y prevención de la violencia religiosa. Cabe destacar que el país es signatario de tratados internacionales como el Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos, el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales y la Convención de la ONU contra la Tortura, compromisos que obligan a garantizar la libertad religiosa y la protección de las minorías.
Con más de 90 millones de cristianos en su territorio, Nigeria es uno de los países con mayor población cristiana del mundo. Sin embargo, la persistencia de la persecución representa una amenaza constante a su libertad religiosa y a la estabilidad social del país. Si la aplicación de la sharía llegara a extenderse a todo el territorio, la existencia misma de los cristianos en Nigeria podría verse gravemente comprometida.
A pesar de la gravedad de la situación, la persecución contra los cristianos en Nigeria sigue siendo un tema poco visibilizado en la agenda internacional y en los círculos cristianos. Hablar más de este problema no solo nos permite concientizar sobre las problemáticas actuales que la comunidad cristiana y religiosa sigue enfrentado, sino también promover acciones concretas para apoyar a las víctimas, como donaciones, y recordar que la libertad religiosa es un derecho humano fundamental que no puede ser ignorado.
[1] La Sharía es la ley religiosa islámica basada en el Corán que regula todos los aspectos, tanto privados como públicos, de la vida de sus seguidores. Su aplicación varía según los contextos, sin embargo, en interpretaciones estrictas o fundamentalistas puede imponerse de manera estricta y literal, afectando derechos y libertades individuales.







