En una reciente emisión de Hora Punta en el canal religioso Bethel TV Noticias, el conductor Juan Diego Berna desdibujó completamente la esfera privada de la religión para convertirla en una militancia política. Desde su tribuna, Berna afirmó firmemente que solo quienes apoyan y votan por partidos de derecha son “verdaderamente cristianos”, y que cualquier adhesión a políticas progresistas o de izquierda constituye una traición de fe.
Este tipo de discurso no solo es teológicamente insostenible, sino políticamente peligroso. Distorsiona el rol de la religión en un Estado democrático y secular, así como también convierte la fe, que pertenece al ámbito íntimo, en un instrumento de obediencia ideológica.
“Es inconcebible que alguien como cristiano vote por… la continuidad de lo que ha venido aplicando Gabriel Boric.”
“Los cristianos no podemos estar votando por pañoletas verdes, por pensamientos que defienden el aborto o la unión civil.”
Estas afirmaciones construyen la peligrosa idea de que solo existe una única forma legítima de ser cristiano, y esta se define estrictamente por el voto de la derecha política. Bajo este pensamiento, se busca homogeneizar la fe que, por naturaleza, siempre ha sido universal y plural.
El uso repetido de términos como “ideologías pervertidas”, “progresistas disfrazados” o “corrientes que buscan destruir la familia” no es casual. Forma parte de un discurso popularizado por sectores conservadores y el populismo religioso, cuyo fin no es informar o argumentar, sino demonizar la disidencia y simplificar la complejidad social.
Berna insiste que los cristianos “no podemos llevar el evangelio mediante políticas de izquierda” o “no podemos ser progresistas”. Además, afirma que el propio texto bíblico obliga al cristiano a elegir una postura política “La Biblia nos manda a ser fríos o calientes”. Esta instrumentalización política del texto bíblico, que transforma su propiedad espiritual en propaganda, carece de autoridad teológica. ¿Bajo qué autoridad puede alguien juzgar y cuestionar la fe del prójimo? La exhortación a «ser fríos o calientes» incluso funciona para condenar la neutralidad política.
Además, ignora siglos de pensamiento cristiano que, desde diversas corrientes como la Teología de Liberación, la Doctrina Social Cristiana, el Socialismo Cristiano, entre otros, han interpretado la fe como motor de justicia social ¿Acaso quienes encuentran cobijo en estas teorías, su fe se encuentra comprometida? Afirmar que toda forma de pensamiento progresista es incompatible con el cristianismo es borrar la mitad del cristianismo moderno.
No obstante, tal vez el mensaje más explícito sea cuando el conductor exhorta directamente a los cristianos a votar y orar por la candidatura del ultraconservador José Antonio Kast en Chile.
“Pueblo cristiano, en Chile, voten por el partido que va a representar los principios cristianos”
“En chile le están dando el respaldo a Kast, esto lo saludamos, esto lo aplaudimos, eso es digno de rescatar y digno de imitar”
Aquí ya estamos ante una opinión personal que busca representar a toda la comunidad cristiana. Lo evidenciado constituye un intento deliberado de convocar y ordenar el voto de toda la comunidad religiosa, un comportamiento que choca de frente con los valores democráticos y la autonomía del elector. Resulta irónico que Berna cierre su segmento afirmando buscar “fomentar el análisis” y el “pensamiento crítico”, cuando su discurso está recargado de propaganda política.
“O sigues a Cristo o a Karl Marx”
“Es importante desde aquí también afirmemos una misión, somos radicalmente opuesto a cualquier política de izquierda comunista, no podemos ser progresista. Un cristiano o sigue a cristo o a Carlos Marx, no puede haber compatibilidad entre una persona que ama a Cristo, como una persona que odiaba a Cristo como lo hacía Carlos Marx”
Berna sostiene que un cristiano o “sigue a Cristo o a Carlos Marx, no puede haber compatibilidad” implicando que las personas no religiosas son automáticamente simpatizantes marxistas y que Karl Marx “odiaba a Cristo”. Esta es una falacia magistral que evidencia un análisis nublado de prejuicios. En ningún momento, el filósofo alemán arremetió furiosamente hacia la figura de Jesús. Su crítica se dirigió a la instrumentalización política de la religión por parte de las élites y la Iglesia para justificar la pobreza y la injusticia. Su famosa frase, «La religión es el opio del pueblo«, no es un ataque teológico, sino una crítica al poder material de la religión como consuelo pasivo ante la opresión social.
No es necesario compartir las ideas de Karl Marx para comprender que las lecturas políticas, sociológicas o filósofas de una realidad social son válidas y legítimas, y que estas no deberían ser motivo para generar mayor polarización social entre las comunidades. Es más, a lo largo de la historia, muchos pensadores, incluyendo cristianos, han criticado la manipulación de las masas por la fe sin ser por ello marxistas.
Aún más, Jesús jamás fue una figura de «derechas» o «izquierdas» en el sentido moderno (conceptos que emergieron en la Revolución Francesa). En su época, Jesús se enfrentó a la jerarquía religiosa y la élite económica, y buscó empatizar con la población más desfavorecida. ¿En qué parábola, versículo o aspecto puede un conductor definir la posición política de la comunidad cristiana?
Tu voto no define tu fe ni amor a Cristo
El cristianismo defiende la conciencia individual, el respeto y la tolerancia. La fe no se mide por la casilla marcada en una cédula electoral, sino por la acción moral y ética en el mundo. Si un cristiano se siente llamado a votar por la derecha, es perfecto; si se siente más identificado con propuestas de izquierda, también es legítimo. Tu voto no define tu fe ni amor a Cristo.
En la emisión de Bethel TV se evidenció una contradicción fundamental. Mientras se intentan convencer que llamar a la comunidad religiosa a defender los valores bíblicos fomenta el cuestionamiento crítico, su discurso equivalía a un llamado a la militancia partidista exclusiva. El mensaje implícito es claro: los cristianos deben participar en política, pero únicamente bajo las reglas y los partidos señalados por el canal.
Esta instrumentalización, revestida de autoridad religiosa, despoja al creyente de su autonomía. El deber de cualquier medio, sea cristiano o secular, es informar y fomentar el debate ético, no coaccionar el voto. Los feligreses tienen plena libertad de ejercer su derecho cívico y su fe sin la obligación de someterse al filtro ideológico de una tribuna televisiva.









