En una reciente entrevista emitida por Bethel TV, el periodista judío Gabriel Ben-Tasgal presentó una larga serie de afirmaciones que mezclan conflicto geopolítico, religión, antisemitismo, islam, comunismo, feminismo y política peruana, construyendo un relato sumamente sesgado que no resiste ningún análisis serio.
Este tipo de contenido, lejos de informar, lo único que logra es reforzar estereotipos y prejuicios, promueve visiones distorsionadas del escenario internacional y legitima la idea de la existencia de enemigos políticos definidos por su religión, raza, ideología o identidad.
Lo preocupante no es solo la cantidad de errores y generalizaciones, sino el uso deliberado del miedo y la distorsión ideológica para ofrecer explicaciones simplistas sobre fenómenos extremadamente complejos.
El falso vínculo entre ser crítico de Israel y ser “anti judío”
Uno de los pilares del discurso de Ben-Tasgal es que toda persona crítica del Estado de Israel o de su gobierno “tiene marcada una posición antijudía”. Esta equivalencia no solo es una falacia, sino también una afirmación peligrosa. Criticar la ofensiva militar israelí contra los ciudadanos palestinos no es antisemitismo, cuestionar gobiernos es parte del debate público. Si comenzamos a establecer que cuestionar ciertos gobiernos, ya sea porque representan los llamados valores judeocristianos o son de cierta afinidad política, no merecen ser abordados por la crítica, estamos entrando en un escenario peligroso que limita la libertad de expresión.
Miles de judíos, dentro y fuera de Israel, se oponen abiertamente al gobierno de Netanyahu e incluso lo han acusado de perpetrar crímenes de guerra y genocidio contra Palestina. Sin embargo, para Bethel TV, cualquier disenso contra Israel se transforma automáticamente en odio a los judíos. Esta narrativa protege a un gobierno específico de la crítica legítima y convierte la identidad judía en un escudo político, algo que numerosas organizaciones judías rechazan categóricamente.
El antisemitismo según Bethel TV
Otro de los puntos más problemáticos de la entrevista es la explicación que Ben-Tasgal ofrece sobre el antisemitismo, presentada como una “mutación histórica” que hoy se expresaría en el lenguaje de los derechos humanos. Esta idea pretende mostrar que cualquier persona que critique al Estado de Israel o defienda a la población palestina estaría participando de una nueva versión del antisemitismo, lo que reduce un fenómeno complejísimo a un argumento utilitario que deslegitima el activismo humanitario y distorsiona por completo la discusión.
“El antisemitismo es un fenómeno esencialmente cristiano católico, nació de la religión católica (…) La teoría del reemplazo y la acusación que los judíos asesinaron a Dios, son los pilares ideológicos que sustentan el antisemitismo. [pero] tiene una capacidad de mutación enorme. Cuando lo más importante era la religión, se odiaba al judío por motivos religiosos; cuando lo más importante era la nación, se odia al judío por motivos nacionales; cuando lo más importante era la raza, se odia al judío por motivos raciales. Y hoy, el antisemita, argumenta defensa de los derechos humanos”
Gabriel Ben-Tasgal
Frente a esta narrativa simplista, es necesario recuperar la voz de una de las pensadoras judías más influyentes del siglo XX, Hannah Arendt. En Los Orígenes del Totalitarismo, Arendt desmonta la idea, hoy repetida en Bethel TV, que existe una continuidad entre el antijudaísmo religioso medieval y el antisemitismo moderno. Para ella, esa supuesta continuidad no es más que una construcción ideológica, tan falaz como las teorías conspirativas que afirman la existencia de una sociedad secreta judía que domina el mundo.
“El que odia necesita justificar que no es mala persona, entonces se inventa mitos. Lo que pasa es que los judíos matan niños para sacarle la sangre y hacer pan de pascua, eso es lo que pensaban en la edad media. Ahora dirán, yo no soy antisemita pero los judíos dominan el mundo”
Gabriel Ben-Tasgal
Arendt insistía en que el antisemitismo moderno constituye un fenómeno político, no religioso, que surge en el contexto de la crisis del Estado nación europeo, del declive del nacionalismo tradicional y de la instrumentalización económica y social de la figura del judío como chivo expiatorio. En la Alemania nazi, señala Arendt, la hostilidad hacia los judíos no se originó por doctrinas religiosas ni nacionalistas, sino por el resentimiento económico y social de una población percibida como “rica sin función”, cuyo lugar e influencias políticas había cambiado radicalmente en la sociedad mucho antes del comienzo del Tercer Reich.
Arendt también advierte que explicar el antisemitismo como un odio eterno hacia el pueblo judío cumple una función peligrosa: absuelve a los perpetradores de responsabilidad porque presenta el odio como inevitable, casi natural. Además, para Arendt, esta teoría falaz de que los judíos son siempre la víctima propiciatoria implica que cualquier otro grupo podría haberlo sido también, eliminado los factores sociales, económicos y políticos que rodearon el antisemitismo moderno. Esta confusión —señala Arendt— entre el antijudaísmo religioso antiguo y el antisemitismo político se vio acompañado por la asimilación judía, la secularización y el debilitamiento de los antiguos valores religiosos y espirituales del judaísmo. En este contexto, los judíos preocupados por la supervivencia de la comunidad judía, llegaron a la consoladora idea que el antisemitismo podría convertirse también en un medio para mantener unido al pueblo.
Leído desde este marco, el discurso presentado en Bethel TV resulta aún más problemático. No solo reduce el antisemitismo contemporáneo a un enemigo político (“la izquierda”, “los musulmanes”, “el feminismo”, “defensores de derechos humanos”), sino que simplifica toda crítica a Israel como odio a los judíos, una idea incompatible con los estudios históricos más serios. Y lo que es peor, convierte la categoría “antisemita” en insulto político utilitario, al punto de comparar a Adolf Hitler con Zohran Mamdani, alcalde electo de Nueva York.
“Hoy ya no está el alemán, bigotón, Adolf Hitler a través de la nación alemana, pero ha llegado por ejemplo Zohran Mamdani en la alcaldía de Nueva York, abiertamente musulmán y abiertamente antisemita”
Juan Diego Berna – conductor
Esta declaración realizada por Berna es sumamente peligrosa porque propaga información falsa. Insinuar que el alcalde electo de Nueva York, Zohran Mamdani es antisemita – e incluso compararlo con el genocida Adolf Hitler – únicamente por expresar su rechazo y crítica hacia el gobierno de Netanyahu y apoyar la causa palestina no solo es terminológicamente falso sino moralmente inaceptable. Equiparar a un político electo, que se opone a la violación del Derecho Internacional Humanitario en un conflicto internacional complejo, con el mismísimo Führer banaliza el genocidio y normaliza el uso de la retórica del odio como herramienta para silenciar críticas legítimas sobre la ofensiva militar israelí.
Es incluso más irresponsable cuando Zohran Mamdani ha declarado lo siguiente:
«Como alcalde, siempre protegeré a nuestros vecinos judíos y emplearé toda mi fuerza en el cargo para mantener las sinagogas y todos los lugares de culto seguros y libres de intimidación y amenazas. Protegeremos los derechos de los neoyorquinos a la Primera Enmienda, dejando claro que nada puede justificar un lenguaje que exija la ‘muerte’ de nadie. Es inaceptable, punto.”
Zohran Mamdani
Presentar a cualquier crítico de Israel como “antisemita” no protege a la comunidad judía; por el contrario, la expone, porque trivializa el antisemitismo real y convierte una categoría histórica de violencia extrema en un insulto político de uso cotidiano. Este discurso además de trivializar el Holocausto, desinforma e instrumentaliza el sufrimiento de la comunidad judía con fines ideológicos.
A ello se suma otro silencio significativo: la omisión total del antisemitismo proveniente de grupos de extrema derecha, neonazis y nacionalistas blancos, responsables de ataques reales antisemitas violentos en Europa y Estados Unidos. Bethel TV prefiere apuntar únicamente a sus adversarios políticos. Reducir el antisemitismo a “la izquierda” o “los musulmanes” no solo es incorrecto, sino una manipulación que diluye la responsabilidad de quienes históricamente han sostenido ideologías abiertamente antijudías.
También llama profundamente la atención lo que la entrevista decide no mencionar. En ningún momento se hace referencia a los señalamientos internacionales contra el gobierno de Israel por el uso desproporcionado de la fuerza en Gaza, ni a los procesos abiertos en instancias multilaterales. La Corte Penal Internacional ha solicitado órdenes de arresto contra el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, por presuntos crímenes de guerra y crímenes contra la humanidad; y las Naciones Unidas han alertado repetidamente sobre posibles violaciones graves del derecho internacional humanitario, además de acusar a Israel de cometer el delito de genocidio. Tampoco se mencionan los más de 60 mil palestinos asesinados desde octubre del 2023 – en su mayoría mujeres y niños – ni los desplazamientos masivos o la hambruna que organismos internacionales han documentado.
En última instancia, lo que Bethel TV difunde no es una reflexión informada sobre antisemitismo ni una pedagogía responsable sobre la historia judía, sino un conjunto de distorsiones que pretenden convertir un conflicto internacional complejo en una supuesta cruzada moral. La banalización del Holocausto, la criminalización de cualquier defensa de los derechos palestinos y la construcción de enemigos políticos imaginarios no solo deforman la comprensión de la realidad, sino que alimentan la polarización religiosa y política en el Perú.
