En la última década, un sector del conservadurismo peruana ha desarrollado un discurso que se presenta como “profamilia”, “provida” o defensa de los llamados “valores cristianos” cuyo contenido que camufla narrativas profundamente misóginas, machistas y manipuladoras que colocan sobre las mujeres la responsabilidad absoluta del orden familiar, del comportamiento de los hombres, del rumbo moral de la sociedad e incluso del futuro de la civilización occidental.
El programa de Bethel TV Noticias donde el presentador Juan Diego Berna y su invitado, el conocido locutor Juan Francisco Escobar compartieron micrófonos es un ejemplo de como está ideología erosiona derechos y reproduce violencias simbólicas.
La misoginia como teoría social: “si la mujer falla, la sociedad colapsa”
Juan Francisco Escobar lleva este discurso aún más lejos. Afirma que las “élites destruyen a la familia” atacando primero a la mujer, porque “ella es el núcleo creador”, la encargada de “hacer al guerrero” y “crear al hombre exitoso”. Su mensaje central es brutal:
“¿Quién es el núcleo creador? Es la mujer. Cuando tu perviertes a la mujer, así como el demonio en el paraíso lo primero que hizo fue atacar a la mujer, arruinas el núcleo. Porque la mujer no solamente lleva la vida, ella crea el hogar, a un guerrero. Porque, aunque las mujeres feministas no lo crean, tu creas el hombre que tú tienes al lado. Todos los hombres somos y ninguna mujer lo va a negar, son completamente básicos. Entendemos de la A a la B. si tú quieres que ese hombre sea un guerrero, un emprendedor exitoso, un millonario, un gran deportista, un musico famoso, tú eres el núcleo creador de él. Por eso me da risa cuando la mujer se queja del hombre que tiene al lado, tú lo creaste mujer. Tu hiciste”
Esta idea no solo es machista, sino que es peligrosamente violenta ya que expulsa a los hombres de cualquier responsabilidad emocional, moral o ética. Al presentarlos como seres «básicos» e «incapaces», simples máquinas moldeables cuyo carácter depende exclusivamente de la mujer, el discurso les otorga una licencia de impunidad.
Si el hombre es violento, abusivo, o simplemente un “fracaso” (sea por abandono familiar, maltrato o fracaso profesional), la culpa recae enteramente en la mujer que «lo creó» o «lo formó». Este mecanismo de transferencia de culpa es la puerta de entrada a la justificación de la violencia de género. Al anular la agencia y la responsabilidad moral del agresor, el mensaje implícito es que el hombre actúa por un «defecto de fábrica» provocado por su creadora (la madre o pareja), no por una elección personal.
En un escenario de violencia, el agresor se convierte en la víctima de la mala formación, y la mujer, al ser la supuesta responsable de la «calidad» del hombre, se vuelve doblemente culpable: primero, por no haberlo «creado» correctamente, y segundo, por sufrir las consecuencias. Esta retórica misógina anula la posibilidad de rendición de cuentas, blanquea la agresión y perpetúa el ciclo de violencia al dirigir el foco de atención y condena hacia la víctima. Este es uno de los pilares del pensamiento misógino: despojar al hombre de responsabilidad para luego culpar a las mujeres por sus actos.
Además, para ambos panelistas, el feminismo es presentado como una amenaza hacia los valores y las costumbres de la sociedad peruana. Escobar afirma que los movimientos feministas “pervierten a la mujer”, “destruyen el núcleo” y “atacan la testosterona del hombre”, una noción ignorante que intenta reducir la masculinidad a violencia, dominación y sacrificio.
“[El feminismo] Atacando a la mujer, haciéndole creer que está oprimida, que vive bajo un patriarcado, y que el enemigo es el hombre, comienza a destruir el núcleo a la familia. En paralelo, atacan la testosterona del hombre, la testosterona que nos hace guerrero, la que nos hace defender nuestros valores y que provoca que un hombre como tú y como yo hemos la vida por nuestras madres, parejas, nuestros hijos. Sin pensarlo dos veces. Eso es lo que no les gusta porque no pueden atacar un mundo en donde el hombre es un guerrero y la mujer mantiene firme su núcleo. En paralelo, minimizando al hombre, haciendo que la mujer crea que el hombre es su enemigo, van robándose a los niños, sexualizándolos y alejándolos”
No es la primera vez que Bethel TV desinforma sobre el movimiento feminista. En pocas palabras, el feminismo implica reconocer que las mujeres y los hombres merecen igualdad de derechos, oportunidades y dignidad. Es por esta razón que el movimiento cuestiona y analiza las raíces de los problemas que las mujeres, por su condición de ser mujer, enfrentan en la sociedad: violencia doméstica, estigma sexual, desigualdad laboral, entre otras demandas. No obstante, para Juan Francisco Escobar, el feminismo pervierte a la mujer.
Analicemos su discurso. En primer lugar, utilizar el término “pervertir” no es gratuito. Es una elección retórica que se inserta dentro de un pensamiento paternalista y machista.
El concepto de perversión se basa históricamente en la existencia de normas morales y sociales definidas por el sistema patriarcal (generalmente, hombres) para controlar la conducta femenina. Su objetivo principal es regular la sexualidad, el rol social y la castidad de la mujer.
Esta frase implica que las mujeres son seres pasivos y cándidos que necesitan ser protegidas de influencias externas que pueden llevar a desviar su moral. Bajo esta línea de pensamiento, la mujer no posee autonomía personal ni responsabilidad sobre sus propia vida ni decisiones. No tiene la capacidad suficiente para realizar sus propios análisis y conclusiones sobre su realidad. Cuando en la realidad, las mujeres son completamente capaces de tomar decisiones informadas sobre su estilo de vida y sexualidad.
El programa de Bethel TV Noticias perpetúa esta lógica: si la mujer decide no seguir el rol femenino tradicional (madre, cuidadora, emocionalmente disponible), no es porque ejerza su libertad, sino porque ha sido «víctima de ideas perversas» que buscan desligarla de un supuesto espacio seguro y feliz. Si la mujer no ejerce el rol de madre, la familia colapsa, los hombres se debilitan y la sociedad se destruye.
En este discurso, la mujer solo tiene valor si cumple con el mandato reproductivo y de servicio. Cualquier decisión que implique autonomía económica, desarrollo profesional, disentir políticamente, o construir una identidad fuera del servicio al hombre es interpretada como una amenaza directa al «orden natural» y, por ende, debe ser combatida.
Por eso, la solución que propone esta narrativa es «corregirla», «redirigirla» o «protegerla de influencias externas», consolidando a la mujer como una propiedad o un recurso que debe ser controlado.
El pánico moral como herramienta política
Ambos panelistas construyen un discurso basado en conspiraciones (“Las élites van por los niños”) junto con la satanización del adversario (“como el demonio en el paraíso”). Poco a poco Bethel TV se va transformando en un espacio donde se comparten opiniones sesgadas disfrazadas de periodismo.
El resultado final de esta narrativa es una estructura social donde el hombre es exonerado de rendir cuentas y la mujer carga con el peso moral y ético de su comportamiento, incluso de su violencia. Este pensamiento no defiende a la familia; defiende el supuesto derecho masculino a la irresponsabilidad, un derecho que se traduce en riesgo real y justificación simbólica para el maltrato.
El discurso de Berna y Escobar no es religioso ni moral: es un sofisticado mecanismo de control social y justificación de la violencia de género. Es un intento de preservar un orden donde la mujer existe para sostener al hombre, reproducirse y callar; y donde cualquier intento de igualdad es atacado como perversión o amenaza. Es urgente denunciar que culpar a la mujer por la «mediocridad» o la violencia del hombre es una táctica retórica que pone en peligro la vida y la integridad de las mujeres.
Las mujeres no tenemos por qué cargar con las responsabilidades de los hombres. No debemos pedir disculpas por los errores, ni mucho menos por los actos de violencia de otros.













