Cada 31 de octubre, las calles y vecindarios de Lima se llenan de decorativos, disfraces y dulces. Para muchos, Halloween representa una fecha que celebra la creatividad y fomenta el ocio saludable; para otros, una expresión ajena y contraria a sus valores y creencias. Entre desfiles, fiestas y concursos de disfraces, también se pueden escuchar voces de ciertas comunidades religiosas que marchan bajo el lema de “No Halloween”, afirmando que esta festividad constituye una celebración pagana que glorifica la “oscuridad” y las entidades demoniacas.
En este escenario, es crucial entender que no existe una posición u opinión correcta. Aunque parezcan completamente opuestas, ambas son expresiones legítimas de la libertad de expresión. Como establece la Carta Magna peruana en su art. 3, no existe persecución por razón de ideas o creencias, así como no existe delito de opinión. En este sentido, la libertad de expresión no solo protege el derecho a celebrar Halloween, sino también el derecho a rechazarlo.
Defender la diversidad y la pluralidad de creencias implica aceptar que las calles pueden llenarse tanto de disfraces de brujas, demonios y payasos como de carteles con versículos bíblicos. Debemos aceptar que la misma libertad que protege la fiesta también la protesta.
Las iglesias y comunidades religiosas, así como sus valores, creencias y símbolos, también representan una expresión cultural de la sociedad peruana. Su forma de manifestarse mediante marchas o prédicas son una forma legítima de difundir sus creencias y enseñanzas. Así como Halloween refleja una cultura globalizada, las marchas “No Halloween” reflejan una cultura de fe que busca mantener sus propias tradicionales y moral cristiana. En este sentido, ninguna invalida la otra, ambas son expresiones culturales que merecen respeto. No es correcto que una persona que disfruta celebrar Halloween se burle de quienes, por convicciones religiosas, lo rechazan. De la misma forma, tampoco es aceptable que un cristiano insulte o menosprecie a una persona disfrazada por considerarla inmoral.
Respetar no significa compartir las creencias, sino en reconocer el derecho de existir del otro a vivir y expresar su visión del mundo.
Al final, la libertad de expresión no es solo el derecho de decir lo que pensamos, sino también escuchar lo que otros piensan, incluso si no nos gusta y contradice nuestras creencias personales. Celebrar Halloween o marchar contra él son ambas manifestaciones de nuestra libertad.







