Rafael López Aliaga, alcalde de Lima y rostro preferido de la autodenominada “derecha cristiana”, arremetió contra Abilia Ramos, presidenta de una olla común en San Juan de Lurigancho, quien denunció que la sangre de pollo repartida por la municipalidad estaba en mal estado, generando preocupación entre madres y niños.
La respuesta del alcalde no fue una aclaración, no fue una investigación. Nada de eso. López Aliaga soltó sin filtro: “Es una señora de izquierda, mentirosa, ladrona y asesina.”
Así, con esa violencia verbal, descalificó a una dirigente vecinal que simplemente pidió respeto por la salud de los más pobres. Pero el problema no termina ahí.
La compra de esta “sangrecita” está llena de dudas. A solo 12 días de haberse constituido legalmente el 15 de mayo de 2025, el Consorcio San Josemaría ya había firmado un contrato con la Municipalidad de Lima para encargarse de la distribución de 673 mil kilos de sangre de pollo refrigerada y envasada, según informó Salud con Lupa.
Y el monto es cualquier cosa menos simbólico: S/ 5.7 millones. Al poco tiempo, varias dirigentes reportaron que el producto llegó descompuesto, con mal olor y sabor extraño, pero solo una se atrevió a decirlo públicamente. Y fue a ella a quien López Aliaga insultó con rabia.
¿Y qué hace la comunidad evangélica que tanto lo respalda? Lo sigue invitando a eventos, a congresos, a marchas provida. Lo aplauden. Lo presentan como ejemplo de fe y defensa de valores.
¿En serio? ¿Insultar a una mujer humilde es un valor cristiano? ¿Atacar a quien denuncia un posible riesgo sanitario es “defender la familia”?
Decir que se es cristiano no es suficiente si lo único que se reparte desde el poder es desprecio.