En una reciente entrevista con Bethel TV Noticas, Jhon Ramos Malpica, candidato a la segunda vicepresidencia en la plancha de Rafael López Aliaga, delineó con claridad la doctrina ideológica de Renovación Popular, repitiendo una consigna que se ha convertido en la columna vertebral del partido: “somos un partido pro fe, pro vida y pro familia”.
Según el candidato a vicepresidente, el movimiento atraviesa una etapa de “refundación doctrinaria” centrada en cuatro pilares: la fe, la vida, la familia y la patria.
La retórica no es nueva, pero sí significativa. Ramos presenta esta refundación como una respuesta a una supuesta amenaza: “se quieren tumbar al Perú, al profamilia”, afirmó, en alusión a sectores sociales y políticos que promueven políticas de igualdad de género, aborto o reconocimiento de minorías sexuales. El discurso no busca dialogar, sino levantar una frontera moral, dividiendo el escenario político entre quienes “defienden la fe” y quienes “atacan la familia”.
¿Un credo político?
“A diferencia de otros líderes, o algunos que están presentado su plancha, en el momento ahora son creyentes, provida, algunos se han llamado social cristiano, cuando en el fondo esto no es una etiqueta, es una forma de vida”, enfatizó Ramos, en referencia a candidatos que durante la campaña electoral buscan atraer el voto religioso sin compartir plena ni genuinamente la agenda conservadora religiosa. Este juego de palabras dibuja una línea de separación entre los mismos cristianos, estableciendo jerarquías entre los “verdaderos creyentes”, aquellos que siguen los ideales tradicionales y conservadores, y los “falsos cristianos” con visiones más progresistas o liberales.
En igual magnitud, esta declaración resulta irónicamente contradictoria. Ramos critica el oportunismo político desde un partido que ha usado la fe como su principal capital electoral. Aún más, sus palabras pueden leerse como una crítica inadvertida hacia la propia fórmula presidencial de Renovación Popular. Actualmente, la inclusión de Norma Yarrow se encuentra siendo cuestionada en los círculos evangélicos por haber sido firmante del Proyecto de Ley N° 02803/2022-CR que buscaba impulsar la unión civil.
Por otro lado, cuando Ramos afirma que Renovación Popular es un “partido pro patria” y coincide con el entrevistador Juan Diego Berna al reivindicar el lema “Dios, Patria y Ley”, el discurso se desplaza del terreno religioso al nacionalista. Esta fórmula, usada históricamente por movimientos conservadores y autoritarios, propone una visión moralizante del Estado, una donde el gobierno tiene el deber de proteger la fe, la moral y castigar la disidencia.
A ello se suma una retórica de defensa frente a “ONGs y partidos que atacan a la familia”, reforzando la idea de una conspiración moral que justifica la necesidad de un liderazgo fuerte y religioso. Este recurso no es meramente una declaración política; es, en esencia, un mecanismo de movilización electoral que instrumentaliza la moral religiosa como eje central de campaña. Asimismo, bajo esta narrativa, la sociedad se polariza, dividiéndose entre los creyentes, representantes del orden moral, y los “otros”, los no cristianos, que comienzan a ser vistos como amenazas para la gobernabilidad del Perú, la religión cristiana y la familia tradicional.
La paradoja de la fe política
Ramos asegura que Renovación Popular “va a defender la fe con total libertad la familia” y que su gestión “ha comenzado con los que menos tienen”. Este discurso combina así piedad religiosa, caridad social y patriotismo moral, en una fórmula diseñada para resonar con sectores religiosos desencantados de la política tradicional. Sin embargo, esta defensa de la “fe con libertad” resulta paradójica porque se invoca a la religión y la moral cristiana para definir políticas públicas y restringir derechos civiles. El resultado es un proyecto político que confunde la fe con política, debilitando el principio de laicidad y pluralismo democrático.
El propio Ramos lo confirma al definir la figura de López Aliaga como ejemplo de fe política: “es un hombre de comunión diaria. Él lo vive, lo practica. [Renovación Popular] es un partido que ha llevado al congreso a hermanos evangélicos”.
Pareciese que el discurso de Ramos constituye un intento de reinstalar a nivel mediático la autoridad moral del partido Renovación Popular al recalcar “no buscamos votos ni etiquetas”, sino que su doctrina “se sustenta en lo que somos”. Desde una mirada crítica, esta “autenticidad doctrinaria” termina funcionando como un sello de pureza ideológica, donde la fe deja de ser una convicción personal para convertirse en el principal requisito de legitimidad política y moral.








