Síguenos

¿Qué tema le interesa explorar?

Evangelio.peEvangelio.pe

Instrumentalización de la fe

¿De qué feminismo hablan? La crítica cristiana atrapada en prejuicios y simplificaciones

Las declaraciones del presentador de Bethel TV Noticias revelan una lectura distorsionada del feminismo y una peligrosa tendencia a usar la fe como filtro electoral

Durante una reciente transmisión en Bethel TV Noticias, el conductor y ex trabajador de la Municipalidad de Lima, Juan Diego Berna reaccionó con evidente molestia ante el discurso del presidente de Chile, Gabriel Boric, quien saludó públicamente a “todas las chilenas y chilenos” y celebró la posibilidad de que el país tenga una futura “presidenta o presidente”. Lo que para la mayoría es una fórmula de cortesía o un gesto inclusivo, para el entrevistador fue motivo de alarma.

Me genera ardor en los oídos… quieren imponer su ideología de que la mujer es superior al varón, porque vienen con una ola, una avalancha de ideologías feministas … Uno sabe que en español hay un masculino exclusivo” – afirmó.

El comentario, más que lingüístico, reveló una profunda incomodidad frente a la presencia del feminismo en el debate público. Si bien es cierto que, según la Real Academia Española (RAE), el desdoblamiento indiscriminado de sustantivos atenta contra el principio de economía del lenguaje, la crítica del conductor trascendió la norma lingüística para convertirse en una acusación moral y política. La elección de usar términos como «chilenas y chilenos» es un recurso discursivo que busca visibilizar la representación de la población femenina, a menudo silenciada por el masculino genérico.

Desde la teoría feminista, académicas como la australiana Dale Spender han analizado cómo el lenguaje puede reforzar la subordinación de la mujer y perpetuar las divisiones entre grupos dominantes, invisibilizando la presencia lingüística femenina al absorberla en la masculina. Dicho esto, no tenemos que estar de acuerdo con su investigación ni conclusiones, no obstante, es importante comprender los factores que influyen en el uso del desdoblamiento indiscriminado del sustantivo a fin de evitar realizar afirmaciones que lo único que logran es desprestigiar a todo un movimiento.

Afirmar que este uso gramatical busca la «superioridad de la mujer» demuestra un desconocimiento fundamental de las motivaciones del movimiento, cuyas demandas se centran en la igualdad de derechos y representación, no en la misandria o la supremacía.  

Es más, resulta sumamente irónico que aquello que más lo perturbe no sea la desigualdad estructural, la violencia de género o la falta de oportunidades para las mujeres, sino el uso de una fórmula gramatical de cortesía ya ampliamente empleada y aceptada en discursos políticos.  

Feminismo y cristianismo: una supuesta incompatibilidad

Más allá del lenguaje, el conductor elevó la crítica al ámbito doctrinal, asegurando que el feminismo y el cristianismo son incongruentes y que es “inconcebible que un cristiano vote por alguien sea feminista, proaborto o que defienda la unión civil entre personas del mismo sexo”, citando el caso de la candidata comunista Jeannette Jara.

Este tipo de discursos reavivan una narrativa ya conocida en varios sectores religiosos conservadores: la idea de que existe un “cristiano verdadero” y un “cristiano desviado”, cuya fe se mide según su postura frente al género, la sexualidad y los derechos civiles. En otras palabras, se trata de una forma de vigilancia moral, donde el voto se convierte en un examen doctrinal.

Es fundamental cuestionar la premisa que afirma que apoyar causas o tener cualquier postura política considerada “progresista” implica dejar de ser cristiano. El cristianismo se fundamenta en los principios del amor al prójimo, el respeto, la compasión y solidaridad hacia los más vulnerables. Interpretar el ejercicio de la fe como una lista de requisitos políticos contradice el ámbito privado y espiritual de la religión.    

Las declaraciones del conductor de Bethel TV revelan un profundo desconocimiento sobre lo que realmente es el movimiento feminista. Para comenzar, el feminismo no nació como una reacción contemporánea ni como una supuesta “ideología de superioridad femenina”, como sugirió el entrevistador; el término fue acuñado en el siglo XIX por Charles Fourier y cobró fuerza en los movimientos sufragistas de Gran Bretaña y Estados Unidos, donde mujeres luchaban por derechos tan básicos como votar, estudiar, heredar o trabajar bajo las mismas condiciones que los hombres. 

Con el paso del tiempo, el feminismo incorporó nuevas preocupaciones como el estigma sexual, la violencia doméstica, la discriminación laboral, la brecha salarial, la invisibilización del trabajo del hogar y las estructuras sociales que limitaban la autonomía femenina. Esto dio lugar a distintas etapas u “olas”, cada una con prioridades, diagnósticos y demandas diferentes. También surgieron diversas corrientes: feminismo liberal, radical transexclusivo, socialista, interseccional, afrodescendiente, decolonial, entre otros. Es más, incluso existe la corriente del feminismo cristiano.  

Por lo tanto, no existe una única corriente del feminismo, ni todas las mujeres feministas comparten las mismas propuestas políticas. Ser feminista no implica automáticamente apoyar la unión civil, la despenalización del aborto o las teorías de género; lo que sí implica es reconocer que mujeres y hombres merecen igualdad de derechos, oportunidades y dignidad. Lo demás forma parte de debates internos, de disensos y matices que enriquecen el movimiento.  

El entrevistador, al afirmar que el feminismo “impone la superioridad de la mujer” o que un cristiano no puede votar por una candidata feminista, confunde el feminismo con la misandria, que sí es odio hacia los hombres, pero que no representa la esencia ni los principios del movimiento feminista. Reducir todo el feminismo a sus expresiones más radicales o a los temas que él considera “amenazas morales” no solo es deshonesto, sino que invisibiliza décadas de lucha por derechos básicos que hoy todos damos por sentado.

En otras palabras, su lectura del feminismo parece una reacción prejuiciosa más que un análisis real del movimiento. Es importante precisar que esta nota no busca brindar apoyo político ni promover la candidatura de Jara; el objetivo es señalar cómo el análisis del entrevistador reduce el feminismo a una etiqueta moral negativa y lo utiliza para descalificar a cualquier figura política que no encaje en su visión doctrinaria. 

Esta instrumentalización política desde un canal de televisión periodístico que se presenta bajo la autoridad de la fe y doctrina cristiana constituye un peligro democrático significativo. Alinear la moralidad religiosa con la postura y defensa política de un candidato determinado y usar su plataforma para descalificar a opositores con una etiqueta moral negativa – como feminista – no solo reduce el debate político entre “cristianos verdaderos” y “cristianos desviados”, sino que manipula la conciencia y el voto de sus audiencias.

Lea también

Actualidad

Entre interpretaciones del Apocalipsis y teorías sobre OVNIs, estos textos buscan tender un puente entre la fe y el conocimiento científico.

Actualidad

Víctimas acusan al entonces obispo de Chiclayo de presunta inacción ante denuncias contra sacerdotes señalados por abusos y acoso.

Opinión

Cuando el mensaje cristiano predica amor y se práctica la discriminación.

Actualidad

En medio del complejo escenario político que atraviesa el Perú, una situación crítica, aunque poco visibilizada, plantea profundas cuestiones éticas y religiosas: el posible...