Durante una entrevista concedida al canal cristiano Bethel TV, el ex alcalde de Lima, Rafael López Aliaga, volvió a apelar al discurso religioso para definir su visión de la política y su candidatura presidencial. “Es otra visión de la política, esa visión de ese cristianismo insertado en la política”, expresó el líder de Renovación Popular, insistiendo en que “hacer todo para la gloria de Dios” debe ser el principio que guíe las decisiones de gobierno.
López Aliaga afirmó que su propuesta parte de una “filiación divina”, que considera “la base de la política”, y añadió que en un país cristiano “no se puede ser indiferente” ante la pobreza. “Me he encontrado con un millón y medio de hermanos míos, cosa que lo digo sin ningún problema —porque eso no te lo va a decir un rojo ni un caviar—. Esa es la base de la política, la filiación divina. ¿Si no, para qué diablos estamos?”, declaró.
El alcalde también se refirió a la carga del liderazgo político en términos religiosos: “Hay que cargar la cruz de la política”, señaló, en lo que describió como un sacrificio al servicio de Dios y del país. De igual forma, afirmó que su ideología política y candidatura responden a una derecha cristina, cuyo pilar fundamental es “servir a Dios y los hijos de Dios”.
Estas declaraciones contrastan con sus palabras de hace solo un mes, cuando en una entrevista con Milagros Leiva afirmó y prometió que la religión debía mantenerse separada del ejercicio político. “La iglesia no puede meterse en la política ni la política en la Iglesia”, pese a que su gestión como alcalde municipal evidenció lo contrario. Su reciente discurso refleja la influencia del cristianismo político, tendencia que busca integrar valores religiosos en la gestión pública y que ha cobrado fuerza en Estados Unidos y, últimamente, en los países de América Latina.
Sin embargo, el discurso de López Aliaga no fue lo único llamativo de la entrevista. El conductor, Juan Diego Berna, evitó cualquier pregunta o contraste que cuestione la palabra del ex alcalde de Lima. Cada intervención de López Aliaga fue recibida con asentimientos y frases de aprobación, reforzando el discurso religioso sin plantear cuestionamientos de fondo. Esto no es un escenario inusual del canal, conocido por ofrecer tribuna a candidatos y funcionarios públicos que se autodefinen como cristianos. El problema radica en la ausencia de objetividad y contraste informativo, principios esenciales del periodismo ético. La falta de distancia crítica convierte el espacio en un púlpito ideológico más que en un foro informativo.
Con este cambio de tono, López Aliaga reafirma su identidad como político católico conservador, alineado con movimientos que promueven una visión moralista del Estado y una agenda social inspirada en la doctrina cristiana. La contradicción entre lo dicho y lo hecho refleja un patrón presente en su carrera política: un discurso que invoca neutralidad institucional, pero una práctica de gobierno marcada por la influencia religiosa. Este escenario no solo erosiona la laicidad del Estado, sino que también abre la puerta a decisiones políticas sesgadas que no representan la pluralidad de la ciudadanía peruana.






