Síguenos

¿Qué tema le interesa explorar?

Evangelio.peEvangelio.pe

Nacional

Crónica de dos muertes anunciadas: La caída de Vizcarra y Castillo

Esta semana han condenado a dos de los ex presidentes más controversiales de nuestro país, Martín Vizcarra y Pedro Castillo, desplazados por “incapacidad moral”, regresan a Barbadillo y pierden su última oportunidad de regresar al poder.

Esta semana, el país asistió a un episodio que parecía inevitable pero que aun así cayó como un mazazo: la condena simultánea de dos de los expresidentes más polémicos de la última década, Martín Vizcarra y Pedro Castillo. Ambos habían sido vacados por “incapacidad moral permanente” y, en circunstancias distintas, expulsados del poder entre acusaciones, escándalos y fracturas políticas. Ahora, sus historias terminan por converger en un mismo destino: prisión.

El primer golpe llegó con Vizcarra, sentenciado a 14 años de cárcel por los presuntos sobornos recibidos durante la construcción del Hospital de Moquegua y la obra de Lomas de Ilo cuando era gobernador regional. El tribunal consideró acreditado que recibió pagos ilícitos de empresas vinculadas al “Club de la Construcción”, una herida que lo persiguió desde su llegada a Palacio. Su caso, alguna vez defendido por él como un “ataque político”, terminó resolviéndose con contundencia judicial: prisión efectiva, inhabilitación y el cierre definitivo de cualquier aspiración política propia.

El segundo golpe cayó de inmediato. Castillo fue sentenciado a 11 años y cinco meses por conspiración para rebelión y abuso de autoridad, tras su intento de disolver el Congreso en diciembre de 2022. Aquel día, que para muchos fue una escena caótica y para otros una torpe jugada desesperada, tuvo finalmente consecuencias penales concretas: su salida del poder —precipitada, confusa, histórica— terminó en una condena que lo mantendrá lejos de la política activa durante años. Irónicamente, este revés llega justo cuando su nuevo partido, Todos por el Perú, intentaba resucitar su figura y presentar una candidatura paralela a la de Perú Libre. Con él preso nuevamente y sin margen para maniobrar, ese proyecto queda herido de muerte.

Pero donde la justicia ha cerrado puertas, la política ha abierto otras. Y allí aparece Mario Vizcarra, hermano del expresidente, quien hoy es precandidato presidencial y que, según la última encuesta, marchaba tercero. Para muchos, su ascenso fue sorpresivo; para otros, una señal de cuánto terreno aún tiene el apellido Vizcarra en sectores desencantados. Tras la condena, Mario intentó sostener una narrativa de resistencia. Ha dicho que su hermano es víctima de una persecución, que la sentencia “no los detendrá”, y no descartó —cuando se le preguntó directamente— indultar a Martín Vizcarra si llegara a la presidencia. Es decir, su campaña podría terminar estructurándose alrededor de la caída de su propio hermano, lo cual abre un dilema ético y político: ¿un proyecto de país o una plataforma para corregir el destino familiar?

Mientras tanto, voces mediáticas como Juliana Oxenford han marcado distancias. Ella, quien alguna vez tuvo simpatías por Vizcarra, hoy se mostró frontalmente crítica: “Se acabó. Ya no hay cómo sostenerlo”. Asimismo apuntó a que el encarcelamiento de Vizcarra habría sido ejecutado con el fin de ganar las próximas elecciones, ya que según esta: “se bajan a Vizcarra, porque saben que ni Keiko, ni Porky, ni Acuña ganarían frente a él”.

El escenario electoral, en pleno reacomodo, empieza a mostrar movimientos. Si Mario Vizcarra estaba tercero, ¿qué ocurrirá ahora que la figura que le daba capital simbólico ha sido condenada? Por un lado, podría victimizarse y crecer entre quienes creen en la narrativa de persecución. Pero también podría desplomarse, sobre todo si más electores empiezan a separar simpatía familiar de responsabilidad política. Y del otro lado, ¿qué pasará con la izquierda popular que aún veía en Castillo un símbolo? Su condena puede profundizar la fractura interna, dejar sin norte a votantes rurales y fortalecer candidaturas que hoy navegan sin liderazgo claro.

Más allá de los cálculos, hay un elemento humano que no se puede ignorar. Lo que está ocurriendo no solo son fallos judiciales: son rupturas íntimas, finales de trayectorias, quiebres familiares y políticos. Vizcarra pasó, en menos de cinco años, de ser el presidente con mayor aprobación de la región a compartir el mismo penal que Fujimori. Castillo, que llegó al poder con un mandato histórico desde las provincias, termina atrapado por su propio intento de aferrarse al cargo. Ambos hombres, con historias distintas, tienen ahora algo en común: una celda que marca el fin de sus proyectos y el inicio de un vacío político que otros correrán a ocupar.

Y es precisamente ese vacío el que marca el verdadero desafío rumbo al 2026. ¿Qué lectura hará el electorado? ¿Habrá un giro hacia la mano dura? ¿Hacia el outsider? ¿Hacia el que “no roba pero hace obra”? ¿O repetiremos la misma búsqueda desesperada por un salvador que siempre acaba destronado?

La prisión de Barbadillo suma ya cuatro expresidentes. Es una cifra que no solo habla de corrupción, sino de un país incapaz de construir liderazgos estables sin que terminen sepultados por la justicia o por su propia ambición. En ese espejo roto nos miraremos mientras se escriben las nuevas listas, se cierran los pactos y se define quién competirá por un país que parece condenado a repetir sus propios ciclos.

Lea también

Actualidad

Entre interpretaciones del Apocalipsis y teorías sobre OVNIs, estos textos buscan tender un puente entre la fe y el conocimiento científico.

Actualidad

Víctimas acusan al entonces obispo de Chiclayo de presunta inacción ante denuncias contra sacerdotes señalados por abusos y acoso.

Opinión

Cuando el mensaje cristiano predica amor y se práctica la discriminación.

Actualidad

En medio del complejo escenario político que atraviesa el Perú, una situación crítica, aunque poco visibilizada, plantea profundas cuestiones éticas y religiosas: el posible...