El reciente programa emitido por Bethel Noticias sobre el conflicto entre Israel y Palestina prometía “decir la verdad”, pero lo que entregó fue un discurso político-religioso profundamente sesgado que reproduce sin matices la narrativa oficial israelí y criminaliza unilateralmente a la población palestina, sin reconocer los crímenes de guerra cometidos por el Estado de Israel ni el contexto histórico del conflicto.
Desde el inicio, preguntas como “¿quiénes son los malos de la historia?” o “¿dónde se origina todo el conflicto?” parecían abrir un espacio de reflexión. Sin embargo, el contenido pronto dejó claro que no se trataba de periodismo, sino de proselitismo ideológico. El programa no presentó datos, fuentes ni pluralidad de voces. Por el contrario, se limitó a reproducir desinformación y teorías conspirativas.
La Omisión Histórica y el Apartheid Silenciado
Al igual que el programa con el Pastor Rubén Gutknecht, el invitado Bruno de Ayala sitúa el inicio del conflicto en el atentado terrorista de Hamás del 7 de octubre del 2023. No obstante, esta afirmación, como hemos explicado en otras entradas, es una omisión histórica fundamental que borra las raíces históricas y la responsabilidad de Israel en décadas de escalada.
El conflicto se remonta a la creación del Estado de Israel en 1948 tras la resolución 181 de las Naciones Unidas (ONU) y a la posterior guerra árabe-israelí, un proceso que supuso la expulsión y el desplazamiento forzoso de cientos de miles de palestinos, conocido como la Nakba. Mientras Bethel clama «levantar la verdad», omite hechos básicos que explican la escalada actual. Se ignora la ocupación israelí de territorios palestinos desde 1967, la expansión de colonias o asentamientos ilegales – una violación del derecho internacional -, las severas restricciones a la movilidad, las expropiaciones de tierras y la segregación institucionalizada, descrita por numerosos organismos internacionales como un régimen de apartheid. El conflicto, por lo tanto, es el resultado de décadas de violencia armada y profundas desigualdades estructurales.

Negar el Genocidio: Una Manipulación Jurídica y Humanitaria
Un aspecto central de la desinformación fue la negación y minimización de los crímenes cometidos por Israel. Ninguno de los conductores o invitados mencionó sobre los informes de Amnistía Internacional o Human Rights Watch que documentan bombardeos indiscriminados y la hambruna utilizada como arma de guerra. No obstante, el aspecto que más asombra – de un medio periodístico – fue omitir el contenido del Informe de las Naciones Unidas que establece que, efectivamente, las acciones cometidas por Israel en los últimos años constituyen el delito de genocidio.
Frente a un tema de tal gravedad, el analista Bruno de Ayala se limitó a descalificar la narrativa al expresar » la narrativa que ha cobrado fuerza en muchos países es la de señalar a Israel como culpable y genocida (…) ¿Qué significa genocidio?, significa la eliminación sistemática de la población«. Esta declaración no solo evidencia un discurso sumamente sesgado al evitar comentar las razones que explican el informe de las Naciones Unidas, sino que también una falta de manejo de información por parte del invitado sobre el delito del Genocidio.
Según la Convención para la Prevención y Sanción del Delito del Genocidio en 1948 y del Estatuto de Roma, documentos internacionales oficiales que establecen el delito de genocidio, este delito constituye cualquiera de los siguientes cinco actos perpetrados con la intención de destruir total o parcialmente a un grupo nacional, étnico o religiosa.

Además, este delito forma parte del Derecho Internacional Consuetudinario, lo que significa que la prevención y sanción del mismo es obligatorio para todos los Estados, sin importan que reconozcan o ratifiquen la Convención.
El analista Bruno de Ayala señala que no puede existir este delito porque Israel no ha eliminado a toda la población palestina, no obstante, para que se considere que sea consumado el delito del genocidio no es necesario ni se precisa la eliminación total del grupo, ni tan siguiera de una parte considerable de la población. El genocidio se perfecciona en el momento en que el responsable, con la intención de exterminar al grupo o como parte de un plan más amplio, lleva a cabo cualquiera de los cinco actos tipificados en la ley. Un solo acto con esa intención es suficiente para constituir el delito.
En este sentido, ¿Qué nos dice el informe de las Naciones Unidas? Este informe presentado el 16 de septiembre del presente año confirmó que Israel ha cometido cuatro de los cinco supuestos, argumentando que los actos no son aislados, sino parte de una estrategia consciente dirigida a la aniquilación del pueblo palestino.
También detalló que entre octubre de 2023 y julio de 2025, 60.199 palestinos fueron asesinados, de los cuales 18.430 eran niños (esta cifra no incluye las muertes indirectas por desnutrición o falta de atención médica). Además, denuncia que Israel ha empleado munición pesada y no guiada en zonas densamente pobladas y concluyó palestinos, incluidos mujeres y niños, fueron atacados directamente y asesinados, incluso en ausencia de hostilidades en las inmediaciones y cuando se encontraban solos.
Afirmar que no existe el delito del genocidio porque “si Israel quisiera, se hubiera arrasado a toda la población” es simplemente falso, tanto desde el punto de vista jurídico como periodístico.
Sin embargo, la cereza del pastel fue cuando el internacionalista Bruno de Ayala afirmó que “cinco veces palestina tuvo la posibilidad de tener un Estado y ellos dijeron que no, porque lo que ellos querían era destruir al Estado de Israel”. Esta frase es un discurso falso y sesgado que niega los acontecimientos históricos y políticos que rodean la formación del Estado de Israel.
Como el analista decidió no explicar los hechos ni argumentos que respaldaran su afirmación, puede suponerse que se refería a la Resolución de Jartum de 1967, emitida tras la Guerra de los Seis Días, la cual en ningún momento planteó la creación de un Estado palestino; o quizá a los Acuerdos de Oslo de 1995, que buscaban establecer la Autoridad Palestina y el retiro progresivo de Israel de los territorios ocupados. Sin embargo, tras el asesinato del primer ministro israelí Yitzhak Rabin a manos de un extremista judío, Benjamín Netanyahu —quien asumió el poder en 1996— rechazó y desmanteló buena parte de los compromisos adquiridos. Desde entonces, Israel ha mantenido el control sobre las fronteras, los recursos, los asentamientos y de Jerusalén. Además, la solución de dos Estados nunca llegó a implementarse de manera real.
Esa frase sirve como herramienta de propaganda para justificar la ocupación y el bloqueo, no como una descripción honesta del proceso de paz.
Daño Colateral Falso, Hambruna Denegada y Desinformación
Otra mentira divulgada en el programa por el analista Bruno de Ayala fue definir la muerte de los palestinos como “daño colateral”. El propio informe de la ONU documentó y evidenció la intencionalidad del gobierno israelí de “ocasionar la mayor cantidad de daño posible” a la población palestina. Se registraron casos en los que civiles, incluidos niños con banderas blancas, fueron directamente asesinados e incluso bebés, recibieron disparos en la cabeza por parte de francotiradores. Además, el informe acusa a las Fuerzas de Defensa de Israel (FDI) de ataques sistemáticos a infraestructuras vitales. Entre octubre de 2023 y julio de 2024, se registraron 498 ataques contra centros de salud, que resultaron en la muerte de 747 personas. La Comisión subraya que estas matanzas no son actos individuales, sino ataques colectivos, dirigidos contra los palestinos debido a su identidad. Y estas son solo algunas de las estadísticas.
Entonces, teniendo toda esta información, ¿Cómo es posible seguir afirmando que los asesinatos a la población civil siguen siendo un daño colateral? ¿En verdad Israel, un país con reconocido sistema de seguridad y defensa, es incapaz de diferenciar entre daños a la población civil y a Hamás? Afirmar que estos asesinatos masivos son un «daño colateral» contradice directamente el Derecho Internacional Humanitario, que obliga a distinguir entre combatientes y no combatientes y prohíbe los ataques desproporcionados, incluso si Hamás se oculta en estructuras civiles.
En este sentido, el argumento de que Hamás se oculta en estructuras civiles se convierte en una forma de desligar la responsabilidad de Israel.
Posteriormente, el invitado Ayala intentó menguar la responsabilidad de Israel repitiendo la misma retórica del pastor Rubén Gutknecht sobre la llamada “guerra avisada”, una afirmación que ignora los miles de muertos tras esos supuestos avisos y la imposibilidad real de evacuar bajo asedio. “Avisar” un ataque no exime a una potencia militar de cumplir con el derecho internacional humanitario, que prohíbe los bombardeos indiscriminados y desproporcionados contra civiles. En esa misma línea, el programa difundió falsedades comprobables, como que “Gaza recibe agua y luz de Israel”, cuando en realidad el Estado israelí impone un bloqueo que controla el suministro y lo corta como castigo colectivo.
Otro de los momentos más graves del programa fue cuando los conductores negaron la existencia de una hambruna en Gaza, repitiendo que “los videos del hambre son montajes creados por Hamás” o que “la propia Franja de Gaza boicotea el ingreso de alimentos”. Este tipo de declaraciones no solo banalizan una tragedia humanitaria, sino que contradicen los informes de la ONU, la OMS y el Programa Mundial de Alimentos, alertan que más de 640 mil palestinos en Gaza sufren inseguridad alimentaria extrema.
#DWVerifica y miembros de Eurovision News Spotlight descubren que Israel gasta millones de dólares en difundir propaganda sobre Gaza. El objetivo: negar la existencia de hambruna en la franja palestina.
— DW Español (@dw_espanol) September 9, 2025
Lea aquí la investigación completa: https://t.co/wmJd6AEVbh / ajr pic.twitter.com/0d64zGUKB8
Negar la hambruna o sugerir que es “teatro político” forma parte de una estrategia de desinformación sistemática que busca desacreditar la evidencia del sufrimiento civil y exculpar al ejército israelí y a la administración de Netanyahu del uso del hambre como arma de guerra, lo que constituye un crimen tipificado por el Estatuto de Roma.
Propaganda Política y Teorías Conspirativas
El programa también recurrió a una retórica conspirativa que asocia el progresismo político con el terrorismo islámico, afirmando que “existe una alianza entre la izquierda y el islam radical financiada por fondos árabes”. Esta narrativa, que circula desde los sectores más radicales cristianos y de la ultraderecha, busca deslegitimar toda crítica hacia Israel, al presentarla como producto de la intolerancia hacia los valores judeocristianos y del odio ideológico. En realidad, las denuncias sobre violaciones a los derechos humanos en Palestina no provienen de “movimientos de izquierda”, sino de organismos internacionales independientes como la ONU, Human Rights Watch o Amnistía Internacional, así como de diversos gobiernos de diferentes corrientes políticas. Vincular las críticas con una supuesta “agenda islamista” es una estrategia de desinformación que polariza el debate y fomenta prejuicios religiosos y políticos.
La línea editorial del programa es clara: no se busca informar, sino adoctrinar. Se presenta el conflicto como una batalla espiritual entre “la cruz y la media luna”, y se tilda de “descerebrados progresistas” a quienes denuncian los crímenes de Israel. Esto no solo distorsiona el debate público, sino que promueve islamofobia y discriminación religiosa desde un medio que se presenta como cristiano.
Los tres invitados al programa mantienen una clara postura proisraelí. El analista Bruno de Ayala, es conocido por sus publicaciones islamofóbicas y por descalificar cualquier crítica a Israel como una postura “izquierdista”, además de mostrarse abiertamente seguidor de la política de Donald Trump; el pastor Rubén Gutknecht mantiene vínculos con la embajada de Israel y con iniciativas como La Marcha de la Vida, una red evangélica internacional que defiende al Estado israelí en nombre del cristianismo; y Bernardo Furman, director de la Asociación Judía del Perú. La presencia de estos tres invitados con afinidades ideológicas tan marcadas revela que Bethel Radio no busca la pluralidad informativa, sino que actúa como un actor político-religioso alineado con una narrativa específica favorable a Israel.
El periodismo debe partir del contraste de fuentes y opiniones, buscando siempre la objetividad. Lo que Bethel ofreció no fue información, sino propaganda religiosa y política.
Cuando un medio confunde fe con propaganda y periodismo con prédica, el resultado no es información, sino manipulación. Bethel Radio no está “levantando la verdad”, como dice, sino derrumbando la confianza pública en la verdad misma.







