En recientes entrevistas en Canal N y Bethel TV Noticias, el candidato a la Cámara de diputados Aldo Bravo, miembro de Renovación Popular y seguidor declarado de Rafael López Aliaga, expuso con claridad un proyecto político donde la fe cristiana es presentada no solo como guía personal, sino como mandato divino para la acción pública. Lejos de defender un Estado laico, Bravo reivindicó abiertamente la idea de “cargar la cruz en la política”, frase repetida por López Aliaga, que en su partido se ha convertido en un llamado a “sacar al cristianismo de la comodidad” e intervenir de forma directa en la gestión estatal.
“Rafael López Aliaga viene haciendo un llamado a salir de la comunidad y cargar la cruz de la política (…) Primero Dios sobre todas las cosas. Yo estoy respondiendo al llamado de Rafael López Aliaga”
En las entrevistas, Bravo insiste en que su candidatura responde a un “llamado de Rafael López Aliaga” y que su ingreso a la política se fundamenta en la misión religiosa de velar por los más desprotegidos. Según él, la política peruana necesita una voz que hable “desde el corazón” y sin “corrección política”, justificando así los insultos, agresiones verbales y acusaciones sin sustento realizadas por el propio López Aliaga. Para Bravo, estas expresiones no serían problemáticas, sino un reflejo de la supuesta “indignación de millones de peruanos”.
“A veces [Rafael López Aliaga] habla siempre desde la sinceridad, desde el corazón. Dice lo que millones de peruanos queremos decir, el Perú está harto. Yo no conozco un político peruano que en los últimos 30 años haya peleado tanto a la corrupción del Perú como Rafael López aliaga, incluso con riesgo de su propia vida (…) Responde a la indignación de millones de personas que dirían lo mismo”
Sin embargo, esta defensa es preocupante porque normaliza un estilo político basado en la violencia verbal, la estigmatización de opositores y la manipulación moral, características que se oponen directamente a los principios democráticos. Convertir a López Aliaga en un mártir anticorrupción, como Bravo lo presenta, borra un historial público lleno de declaraciones falsas, insultos hacia minorías, ataques a periodistas y señalamientos sin evidencia contra adversarios políticos.
En la entrevista para Bethel TV Noticias, Bravo reitera que Renovación Popular se rige por “la doctrina social de la Iglesia” y que el primer principio del partido es “defender la vida desde la concepción hasta la muerte natural”. En sus palabras, la fe es el fundamento que “ilumina” la interpretación de la Constitución, lo que revela una postura que confunde convicciones religiosas con mandatos legales universales.
«El primer principio de Renovación Popular, que siguen los principios de la doctrina social de la Iglesia es el respeto de la dignidad humana (…) Se trata del amor a Dios, una persona que tiene este temor de Dios, sabe perfectamente que la vida le ha dado Dios. Eso tenemos que hacerlo respetarlo. Mas allá de la gente que no tenga fe: ‘Bueno como ustedes tiene fe, creen así’. Un momentito, la Constitución Política del Perú lo defiende y nuestra fe lo ilumina”
Cuando se le pregunta por las demandas de la unión civil, Bravo recurre al mismo patrón: presentar su rechazo como “la verdad” y reducir cualquier posición distinta a un producto de la llamada “narrativa progresista”, en vez de acudir a la evidencia académica y científica, evidenciando el uso de argumentos puramente doctrinales. Esta visión es incompatible con un Estado constitucional y laico, y abre la puerta a justificar futuras políticas bajo el discurso de que “la verdad [de Dios] no debe ser negociada”.
Agárrense progres y caviares, zurdos y demás liendres…#LosMejoresMerecenUn20 pic.twitter.com/6pt5QVOlv5
— Aldo Bravo (@abravoq) December 1, 2025
La narrativa presentada por Bravo, Berna y Renovación Popular no busca convivir con la diversidad democrática sino reemplazarla por un proyecto donde la fe de un grupo se convierte en ley para todos. En este marco, los insultos, ataques, discursos de odio y estigmatización de Rafael López Aliaga no son errores por “ser humano” u “honesto”, sino herramientas normalizadas que forman parte de una “batalla espiritual”. Cuando un candidato justifica el insulto como sinceridad, y presenta la política como un deber religioso, deja de ser una propuesta civil para convertirse en un proyecto religioso político, y por ende, en la instrumentalización de la fe.






