Siguiendo una tradición que parece haberse institucionalizado en la política peruana, el expresidente Martín Vizcarra se suma a la lista de exmandatarios que enfrentan prisión preventiva. El Poder Judicial dictó cinco meses de encarcelamiento contra Vizcarra por presuntos actos de corrupción vinculados a los proyectos “Lomas de Ilo” y “Hospital Regional de Moquegua”.
La Fiscalía sostiene que, durante su gestión como gobernador regional de Moquegua, Vizcarra habría recibido más de 2.3 millones de soles en sobornos por parte de las empresas ICCGSA y Obrainsa, encargadas de ejecutar dichas obras. El juez Jorge Chávez Tamariz consideró que existen indicios suficientes de cohecho pasivo propio, además de riesgo de fuga y posible obstrucción a la investigación.
Con esta decisión, Vizcarra se une al exclusivo —y lamentable— club de expresidentes peruanos que han pasado por prisión, como Alejandro Toledo, Ollanta Humala y Pedro Castillo. La historia reciente del país parece confirmar que el poder no solo corrompe, sino que también encarcela.
Mientras Vizcarra insiste en su inocencia y promete “dar la cara a la justicia”, el caso sigue su curso. Pero más allá de lo judicial, el episodio refuerza una narrativa nacional: en el Perú, el camino a Palacio de Gobierno suele terminar en una celda. ¿Coincidencia o patrón? La respuesta, como siempre, se debate entre la indignación ciudadana y la ironía de nuestra historia política.