A comienzos de 2025, Peter Brian Hegseth asumió el cargo de Secretario de Defensa de los Estados Unidos. Antes de llegar al Pentágono, fue presentador de televisión, escritor y oficial de la Guardia Nacional del Ejército estadounidense. Hoy está al mando de una de las fuerzas armadas más poderosas del planeta, responsable de garantizar la seguridad nacional y conducir operaciones militares en todo el mundo.
Sin embargo, pese au trayectoria militar y mediática contrasta con una afinidad cada vez más evidente por el cristianismo nacionalista y las ideas ultraconservadoras.
Recientemente, Hegseth reposteó en X (antes Twitter) un video de pastores que defendían la eliminación del voto femenino, proponiendo que solo “el jefe del hogar” vote por toda la familia. El clip incluía frases como “oramos por una nación cristiana” y “votar por hogares, no por individuos”, mientras afirmaba que la mujer debía “someterse al marido”.

El gesto encendió alarmas. Líderes progresistas lo calificaron de “preocupante” y lo describieron como una amenaza real a los derechos democráticos. Aunque el Pentágono se apresuró a declarar que Hegseth “por supuesto” apoya el sufragio femenino, su historial lo contradice: sus libros y discursos públicos lo alinean con posturas que cuestionan principios democráticos básicos y defienden una visión de guerra cultural contra el liberalismo.
Que el Secretario de Defensa comparta y normalice estas ideas no es un acto aislado: es una señal inquietante de que valores antidemocráticos podrían influir en la cultura militar, en la toma de decisiones estratégicas y en la proyección internacional del poder estadounidense. Esto no solo amenaza los derechos civiles dentro del país, sino que también podría alterar el equilibrio geopolítico global.
Si un simple reposteo sobre quitar el voto a las mujeres generó polémica, lo verdaderamente grave es el encubrimiento institucional de estas ideas. Cuando quienes detentan el poder adoptan ideologías que erosionan libertades básicas, la amenaza deja de ser una provocación: se convierte en un riesgo tangible para la gobernabilidad y la democracia misma.