En abril de este año, el pastor José Arturo Soto Benavides anunció públicamente su salida de la presidencia internacional del Movimiento Misionero Mundial (MMM), cargo que ocupa desde enero de 2018. El mensaje no pasó desapercibido, no solo por el peso institucional de la decisión, sino por el énfasis que el propio líder puso sobre la importancia del puesto.
El pastor José Arturo Soto entregará el cargo de presidente durante la realización del Congreso Centroamericano en febrero del 2026.
“No estamos siguiendo a un hombre, estamos siguiendo a Cristo. Es importante que todo pastor, que todo supervisor, todo líder en la obra del Señor no se promueva a sí mismo, no esté allí como el punto de enfoque”.
Soto Benavides inició su labor misionera a los 19 años y, hoy, con 72 cumplidos, se encuentra a puertas de cerrar un ciclo al frente de una de las organizaciones evangélicas más grandes y estructuradas de América Latina.
Según información oficial del propio Movimiento Misionero Mundial, el presidente internacional no es elegido mediante votación abierta entre feligreses o pastores, sino que es designado por la Junta Oficial o Junta Internacional, el máximo órgano rector de la institución. Esta Junta es integrada por cargos como Presidente, Vicepresidente, Secretario, Tesorero y Vocales, y es la instancia que define los principales liderazgos y lineamientos del movimiento a nivel global.
La historia de la institución confirma que el liderazgo ha funcionado, históricamente, bajo un esquema de sucesión interna. El fundador, Luis M. Ortiz, fue sucedido por Rubén Rosas, luego por Samuel Rolón y posteriormente por otros líderes de amplia trayectoria dentro de la denominación. No existe, según los estatutos públicos disponibles, una duración fija o numerada de mandatos para la presidencia. Sin embargo, el propio Soto ha señalado que ha cumplido dos períodos al frente del cargo, lo que hace propicio dar paso a la sucesión.
Sin embargo, este cambio no ocurre en el vacío. En los últimos años, en nuestro país el MMM ha sido mencionado en investigaciones periodísticas que han puesto bajo la lupa el manejo de recursos y la conducta de algunos de sus líderes los cuales apuntan a la necesidad de una renovación del liderazgo.

A esto se suma un fenómeno cada vez más visible en el país: la cercanía entre ciertos líderes evangélicos y actores políticos que buscan instrumentalizar la fe como plataforma electoral. Alianzas estratégicas, discursos “provida” y apariciones públicas conjuntas han convertido a algunas iglesias en espacios de disputa política, donde el mensaje espiritual corre el riesgo de ser instrumentalizado.
En ese contexto, la salida de Soto Benavides marca algo más que un relevo administrativo. Representa una oportunidad para que el Movimiento Misionero Mundial revise sus prácticas, fortalezca sus mecanismos de control interno y redefina los límites entre liderazgo espiritual, poder económico y ambición política.
Asimismo, la salida del pastor coincide con un momento clave para el movimiento: este domingo 21 se anunciará el nuevo lema anual del MMM, una tradición que recae directamente en la presidencia. El lema de este año fue “Generaciones 2025”, una consigna que invita a reflexionar sobre la transmisión de la fe como legado, basada en la Palabra de Dios, de una generación a otra.
Finalmente, pensar en generaciones también implica cuestionar qué estructuras se mantienen y cuáles se corrigen, ya que la fe puede trascender a los hombres, pero las instituciones sí cargan con las decisiones que esos hombres toman.













