Instrumentalización de la fe

No, no están censurando a López Aliaga por hablar de Dios: desmontando la desinformación de Rafael Ugarte

¿Realmente se persigue a los cristianos en el Perú o es una estrategia para evadir la ley?

En el programa Plaza Digital Perú, el conductor Rafael Ugarte aseguró con indignación que el Jurado Nacional de Elecciones (JNE) pretende “censurar la fe” al sancionar a Rafael López Aliaga por mencionar a Dios en un mitin. Su mensaje fue tan simple como falaz. Según él, en el Perú te multan si hablas de Dios.   

Este discurso, promovido por Renovación Popular y repetido por sectores conservadores, busca instalar la idea de una supuesta persecución anticristiana a nivel global cuya influencia está entrando en el Perú. Pero basta revisar la ley electoral para desmontarlo. López Aliaga no está siendo sancionado por profesar su fe, sino por usar símbolos religiosos como herramienta directa de campaña política, algo que la normativa prohíbe explícitamente para garantizar neutralidad electoral y evitar la manipulación del electorado.    

La mentira central: “te multan por mencionar a Dios” 

Rafael Ugarte afirma que:

“30 a 100 UIT por haber mencionado a dios en tu discurso. Pero no te van a decir nada si tus hablas de aborto. No te van a decir nada si tú prometes liberar las drogas. Que todo el mundo utilice lo que quiera y no va a haber sanción. El JNE no te va a decir nada”

Rafael Ugarte

Pero estas afirmaciones no son verdaderas e incluso, son sencillas de probar su falsedad. En el Perú, no existe sanción por “mencionar a Dios”, persignarse o por portar un rosario. El reglamento electoral interviene únicamente cuando el candidato instrumentaliza lo sagrado para obtener una ventaja política indebida.

¿Qué es lo que realmente se sanciona? Presentarse como un «enviado divino», jurar que se gobernará «en nombre del Señor», identificar a un partido como la única opción de «los hijos de Dios» o convertir un acto proselitista en un rito litúrgico. Esto es precisamente lo que Rafael López Aliaga ha hecho de forma reiterada. Es el mismo principio que impide usar la bandera nacional como propaganda o utilizar escuelas y templos como locales de campaña: se busca proteger la libertad del ciudadano frente a símbolos que ejercen una presión moral o institucional abrumadora.

No es censura religiosa, es protección del proceso electoral.  

Una falsa equivalencia: Propuestas vs. Manipulación

Ugarte intenta validar su postura comparando la sanción con otros debates. Según su lógica, si se permite hablar de aborto o unión civil, debería permitirse usar a Dios en los mítines.  

“Si tú dices que estas a favor que se casen entre hombres y entre mujeres, el JNE no te va a decir nada ahí. No, te va a castigar si hablas de Dios, si te persignas delante de la gente que esta en el meeting, si muestras un rosario te va sancionar. Ahora yo quiero que tu me digas … si esto te suena algo lógico”

Rafael Ugarte

La respuesta es simple: sí, es lógico.

Debatir sobre el aborto, las drogas o el matrimonio igualitario constituye el núcleo de una campaña democrática porque son propuestas políticas sujetas a discusión pública. Son una expresión política legítima. En cambio, afirmar que Dios respalda una candidatura no es una propuesta política; es un acto de manipulación simbólica que aprovecha las creencias profundas de la población para anular el debate racional. Comparar un derecho civil con una apelación teocrática es intelectualmente deshonesto y solo genera confusión en la audiencia.

 El refugio en la «rebeldía» y el rechazo al Estado de derecho

El discurso de Ugarte revela una preocupante resistencia al ejercicio de la democracia. Al verse confrontado por la norma, intenta desacreditarla diciendo “¿Cuál ley? Hace 20 años el abusador podía casarse con la abusada”.   

Ugarte recurre a comparaciones emocionales extremas, equiparando una infracción administrativa de neutralidad con leyes antiguas que encubrían la violencia sexual, como si ambas pertenecieran a la misma escala moral. Con este recurso, no cuestiona la ley desde criterios jurídicos, sino desde su malestar personal ante una regulación que no coincide con su visión religiosa del poder.

De fondo, su argumento revela algo más preocupante: solo reconoce la validez de la ley cuando esta se ajusta a sus creencias; y cuando no, la califica de “aberrante”, “asquerosa” “censuradora” o digna de rebeldía.   

“Yo me puedo declarar en rebeldía ante leyes asquerosas, discriminadoras, censuradoras. ¿Cómo se le ocurre al JNE abrir proceso sancionador cuando es un partido cristiano? ¿social cristiano? ¿Qué quieren? ¿tiene que hablar de sus creencias? En el mundo hay una persecución hacia los cristianos”

Rafael Ugarte

Esta postura no es una defensa de la libertad, sino un intento de subordinar el marco legal común a convicciones individuales, algo incompatible con cualquier Estado de derecho.

La construcción del enemigo: Islamofobia y «Wokismo»

Para sostener su narrativa de persecución, Ugarte necesita fabricar un enemigo externo mediante el empleo de lenguaje bíblico. En su intervención, llega a afirmar que el «progresismo es satanismo» y que el islam es una «cultura guerrera» utilizada para atacar a la cristiandad.

“La cultura musulmana es guerrera, es política, es fundamentalista. Cristiandad tiene que ver mucho con libertad y que es lo que tiene que ver en este momento porque la cultura cristiana no es guerrera ni es política”

Rafael Ugarte

“Si quieres hablar de satanismo, di progresismo. Ellos no tienen, no van directamente a acabar con los cristianos. Van a utilizar otra cultura”  

Rafael Ugarte

“En este momento se está utilizando a una religión política, a una religión guerrera como el islam, se le está utilizando para atacar a la cristiandad”

Rafael Ugarte

Estas afirmaciones no están basadas en evidencia sólida. Son desinformación peligrosa que mezcla xenofobia, islamofobia y guerra cultural.

«El progresismo es el verdadero enemigo que está instalado una narrativa en los niños, en los adolescentes, en los colegios, en las universidades, en el arte, en la música, en la letra … en todo. Una cultura que está instalando una narrativa que ha abierto las puertas de las fronteras de occidente para que vengan todos los que huyen de las guerras de los países musulmanes. ¿Qué han creado? Que vivan dos culturas incompatibles. La cristiana no es una cultura de guerra, es una cultura de paz. No somos anti orientales pero los musulmanes son anti occidentales. El enemigo del progresismo es la humanidad. Con su wokismo, ha demostrado el progresismo que es enemigo de la humanidad»

Rafael Ugarte

Según Ugarte, “el progresismo abrió las puertas de Occidente para que ingresen culturas incompatibles” y “los musulmanes son antioccidentales”. Estas declaraciones construyen un relato que mezcla miedo, desinformación y medias verdades.

Es cierto que algunos valores y costumbres presentes en determinados Estados de mayoría musulmana, como legislaciones basadas en la sharía, restricciones a las libertades civiles o limitaciones a los derechos de las mujeres, pueden resultar incompatibles con los principios democráticos liberales de sociedades occidentales. Pero esta observación, válida en términos políticos, no autoriza a convertir a todo el islam en un bloque homogéneo, ni mucho menos justificar el rechazo o la discriminación hacia seres humanos que buscan asilo, refugio o una vida digna.

Lo problemático del discurso de Ugarte es que confunde prácticas estatales con la fe de millones de personas, y sustituye el análisis por la generalización cultural (“los musulmanes son antioccidentales”). Así, elimina matices fundamentales que contradicen su discurso: Que el islam es diverso, que existen corrientes democráticas y modernistas, que muchos migrantes huyen precisamente de los mismos regímenes autoritarios que él cita, y que la integración depende de políticas públicas, no de estereotipos.

Sin embargo, Ugarte decide no analizar estos factores, y únicamente siembra miedo. No se trata de negar problemáticas reales, sino de comprenderlas sin recurrir a discursos que convierten a poblaciones enteras en amenazas existenciales.

La idea que el progresismo es el responsable de crear y consolidar una narrativa que atenta contra los valores judeocristianos no tiene respaldo científico ni académico, siendo más una postura ideologizada y política. Esta afirmación refleja una visión crítica y conservadora ante los cambios sociales de las últimas décadas.

El discurso de Ugarte cae en otra falsedad histórica cuando afirma que “la cultura cristiana es de paz y no es una cultura de guerra”, en contraste con un supuesto “islam guerrero y antioccidental”. Esta afirmación ignora siglos de historia en los que, en nombre del cristianismo, se han impulsado y justificado conquistas coloniales, guerras santas como las Cruzadas, inquisiciones, persecuciones religiosas y campañas de exterminio contra pueblos originarios.

Ni el cristianismo ni el islam son intrínsecamente violentos o pacíficos, todo depende de su interpretación y aplicación. Al final, quienes determinan el uso político y social de la religión son las estructuras de poder.  

Al convertir al cristianismo en sinónimo de paz y al islam en su antónimo, la intención de Ugarte no es describir la realidad ni las consecuencias o efectos tangibles que la migración musulmana ha generado, sino distorsionarla con la finalidad de alimentar una batalla cultural. Acusar al “progresismo” como enemigo de la humanidad solo es un intento de reforzar una ideología política conservadora mediante la unificación de amenazas percibidas como la migración, modernidad, diversidad o derechos de las minorías, las cuales en realidad corresponden a demandas sociales legítimas. Al final del día, así es como funciona una sociedad democrática.

Recordemos que el Perú es un Estado laico según el art. 50 de la Constitución, donde la mayoría de la población profesa la fe cristiana y el cristianismo sigue teniendo enorme influencia política. Por eso mismo, busca proteger y garantizar que ninguna fe sea utilizada como arma de coacción electoral.

Esta supuesta “persecución cristiana” no existe en el Perú, ni en occidente; es una ficción diseñada para movilizar la indignación religiosa.

Canales y programas como el de Rafael Ugarte no buscan el análisis político ni sociológico, sino la construcción de un relato diseñado para producir indignación mediante la simplificación extrema y la desinformación. Al final del día, defender la neutralidad del JNE no es atacar a Dios, es proteger la libertad de todos los ciudadanos.

Lea también

Actualidad

Entre interpretaciones del Apocalipsis y teorías sobre OVNIs, estos textos buscan tender un puente entre la fe y el conocimiento científico.

Actualidad

Víctimas acusan al entonces obispo de Chiclayo de presunta inacción ante denuncias contra sacerdotes señalados por abusos y acoso.

Opinión

Cuando el mensaje cristiano predica amor y se práctica la discriminación.

Actualidad

En medio del complejo escenario político que atraviesa el Perú, una situación crítica, aunque poco visibilizada, plantea profundas cuestiones éticas y religiosas: el posible...

© 2025 Evangelio.pe es una publicación oficial del Instituto de Ciencias Bíblicas del Perú. Todos los derechos reservados.

Exit mobile version