Recientemente me enteré de la existencia de una serie de documentales producidos por Netflix, tituladas “Fiasco total”, donde se examinan diversos escándalos mediáticos, desastres notables y tragedias sin resolver.
Una propuesta interesante por parte del servicio de streaming, que inicialmente iba a contar con solo un episodio, “Fiasco total: Woodstock 99’”, sin embargo debido a la gran acogida que tuvo, la producción se convirtió en una antología que este año estrenó 9 episodios más, que escarban acontecimientos como la tragedia de Astroworld, la toma del Área 51, y la razón por la que escribo este artículo: “El alcalde del caos”.
Este episodio aborda la campaña, mandato y caída de Rob Ford, el controvertido alcalde canadiense entre 2010 y 2014, quien no solo revolucionó la forma de hacer campaña política, sino que me atrevería a decir, una inspiración para el ahora ex alcalde de Lima, Rafael López Aliaga.

¿Por qué digo esto? El exalcalde de Toronto se presentó como un “hombre del pueblo” quien se muestra en defensa del ciudadano de a pie, en la docuserie se narra como durante su campaña se acercaba a sus votantes en Toronto, ayudando con los quehaceres domésticos, se presentaba en la puerta de las casas trabajando como repartidor, todo esto a cambio de votos.
Asimismo, según el portal canadiense Space, una de sus promesas iniciales de campaña fue la de «detener el tren de la riqueza» en el Ayuntamiento, logrando calar con la población de menores recursos, y oponiéndose a las élites de las que él forma parte.
Por su parte, el líder de Renovación Popular ha buscado posicionarse en múltiples ocasiones como parte del pueblo, mítines abrazando y saludando al ‘populorum’ en diferentes distritos de Lima, acercándose a los niños, como ocurrió en la llamada ‘Rendición de cuentas 2025’, además de distanciarse de la “izquierda caviar corrupta que le roba al Estado”.
Sin embargo, una de las ocasiones más célebres, fue durante la inauguración de la playa artificial en San Juan de Lurigancho dijo:
“Es playa popular, pues, que vengan con su ceviche en bolsa, su sopa en botellón, para eso está, para el pueblo”.
Frase que apela a una experiencia sencilla, cotidiana, para “la gente común”.
Otra similitud entre estos personajes es su estilo frontal, polémico y sin filtros. Esta característica se ve mayormente reflejada en su relación con la prensa, a sus opositores y a cualquiera que les haya generado cuestionamientos.
Recientemente el ex burgomaestre ha tenido conflictos con el periodista Gustavo Gorriti, a quien habría amenazado de muerte al referirse que “hay que cargárselo de una vez al caballero”, expresión que motivó la intervención de la Primera Fiscalía de Prevención del Delito de Lima Centro.
Asimismo, atacó a los dirigentes de ollas comunes en los distritos de San Juan de Luirigancho y San Juan de Miraflores, quienes habrían recibido sangre de pollo en mal estado:
“Una olla común que estamos localizando, qué es politizada y está ligada a una señora de izquierda mentirosa, asesina y ladrona, una olla dice que huele mal, pero el resto de ollas la usa. Estoy viendo lo que se puede hacer”.
Por su parte, en la producción se cuenta lo tajante que fue Ford durante su gobierno, no solo con la prensa, sino que también con parte de su equipo. Durante la salida a la luz del escándalo del uso de crack por parte del canadiense, un asesor le pidió que se rehabilite, acto seguido este fue despedido.
Estos políticos incurren en una posición en donde solo ellos podían ser dueños de la verdad, y quien se mostrará en contra o generara dudas a su alrededor tenía que ser destruido, sin importar que. Bien lo resume la siguiente frase de la serie el político canadiense, Josh Maltow.
“Quería sembrar desconfianza en la mente del pueblo, para que cuando los medios informaran algo malo sobre él, pudiera decir: ¿Ven? Quieren destruirme”.
Josh Maltow, Representante del Distrito 12 en Toronto.
Otra similitud sería el carisma basado en el desorden, el “caos” los humaniza frente al votante que desconfía del político tradicional.
En Ford, esto se veía en su comportamiento errático y en su adicción al alcohol y drogas, que él mismo admitió y que no acabó con su carrera política, sino que lo acercó a sus votantes. Ya que, luego de que fuera destituido del cargo, buscó su reelección. Este habría logrado un 50% de aprobación por parte de la ciudadanía, la cual esperaba su regreso al poder.
“Está mañana habrá resurrección, Jesús y Rob Ford”.
Seguidor de Rob Ford
Por su lado, López Aliaga, en su tono exaltado y su austeridad ascética (el voto católico penitente), que crea una figura excéntrica. No olvidemos la vez que afirmó usar cilicio para flagelarse a diario y que reprime su deseo sexual pensando en la virgen María.
Ambas figuras problemáticas, pero reconocibles.
Finalmente, podríamos afirmar que si se parecen en el molde populista, mediático y provocador. Pero López Aliaga tiene una capa religiosa y empresarial que Ford nunca tuvo. Podría decirse que el precandidato presidencial es una versión más dogmática y ultraconservadora del “populismo del exceso” que Ford encarnó desde el descontrol personal.
Porque si Ford se desbordaba en su vida privada, López Aliaga lo hace en su cruzada moral. Ambos convirtieron el escándalo en estrategia, pero mientras el canadiense lo hacía desde la contradicción humana, el peruano lo hace desde la superioridad moral. Uno se autodestruyó entre excesos; el otro busca legitimarse predicando virtud.
Y aunque sus métodos sean distintos, los dos terminan apelando a la misma promesa vacía: ser “uno más del pueblo”, mientras se alimentan del poder que dicen despreciar.









