Luego de asumir el cargo de presidente interino tras la vacancia de Dina Boluarte, José Jerí Oré no ha hecho más que buscar la simpatía de la población y buscar lavarse la cara de las múltiples acusaciones que tiene en haber..
El actual jefe de Estado cuenta con acusaciones de violación, enriquecimiento ilicito y carga con el peso político de la muerte de Eduardo Mauricio Ruiz Saenz, con ese historial en sus hombros, es claro que necesitaba congraciarse con la ciudadanía, instauraundo una presencia más amigable y para todos los gustos.
Recurriendo al as bajo la manda que todo político en campaña conoce, el llamado populismo.
Definido por el politólogo estadounidense, Kurt Weyland (2001), como la estrategia política caracterizada por un estilo de liderazgo personalista, carismático y plebiscitario, a través del cual, el político construye una relación identitaria con el pueblo, para alcanzar, o ejercer, el poder basado en el apoyo directo, no mediado y no institucionalizado de una masa de seguidores mayoritariamente desorganizados. Es decir, esta medida busca conectar directamente con “el pueblo”, sin pasar por partidos ni instituciones, para ganar o mantener poder gracias al apoyo emocional y directo de sus seguidores.
Por lo que, no fue casualidad verlo el pasado 18 de octubre sosteniendo el anda del Señor de los Milagros en un país donde la iglesia católica representa entre el 60 y 64% de la población, sin mencionar que la imagen es considerada un emblema de la identidad cultural y espiritual peruana, combinando religiosidad popular, tradiciones y sincretismo.
Si eso no es instrumentalización de la fe, no sé que lo es.
Asimismo, ya que no todos son creyentes, apeló a la ternura animal, por lo que durante a inspección en la comisaría de Aucallama en Huaral, casualmente se encontró con tres cachorritas abandonadas a las que rescató y a las que llevó consigo a Palacio de Gobierno.
Planteando el discurso de: “yo estoy contigo, cuido lo que tú amas, me muevo por lo que te importa”. Una medida simbólica para recortar la distancia entre gobernante y gobernado.
De igual manera, Jerí con el fin de perfilarse como el rostro de la lucha contra la inseguridad y el crimen organizado que azota a nuestro país, realizó un megaoperativo en el penal Miguel Castro Castro, según con el objetivo de bloquear cualquier intento de actos ilícitos que amenace la tranquilidad y seguridad nacional.
Este se presenta a sí mismo como protagonista de su propio teatro, un hombre de
“rápido accionar” supervisando, entrando en las celdas, prometiendo “cerrar brechas” en comunicaciones criminales, planteando la existencia de un “otro” dentro de las cárceles que amenaza al sistema y al “pueblo honrado” al que defiende de los “enemigos” (las mafias, las redes de crimen organizado).
Un actor interesante a considerar en la estrategia del presidente sería la creciente presencia de su imitador en diferentes medios de comunicación, el influencer Martín Palacios, se pasea por diferentes programas como ‘Esto es Guerra’, ‘Amor y Fuego’, además de populares podcasts como ‘Good Time’ para imitar de manera burlesca al presidente.
Si bien, este personaje puede, como no estar vinculado al jefe de Estado, ha ayudado con su percepción pública, al caracterizarlo de manera jocosa, de manera que la población pueda olvidar las acusaciones en su contra y sus ‘peculiares tuits’.

JerÍ sabe que necesita la aprobación de la población para lograr llevar a término su gobierno, y no va a dudar en utilizar todos los recursos que tenga a su disposición, por lo cual recurre al populismo, las acusaciones en su contra tienen peso, pero la memoria del peruano es frágil.
Que la manipulación con olor a incienso y luces de televisión no lo distraiga. Jerí convierte la política en espectáculo y la moral en utilería. Pero el Perú no necesita más teatros. Mientras él construye su relato de redención, la población debe construir memoria. Porque cuando la indignación se apaga, la mentira gobierna.









