Casi 15 años después de que estallaran los conflictos entre el gobierno sirio y grupos opositores, la violencia sectaria sigue dejando víctimas. Esta vez, el blanco fue la comunidad cristiana evangélica en la provincia de Suwayda.
El pasado 22 de julio se reportó la muerte de Khaled Mazhar, líder de la Iglesia Evangélica del Buen Pastor. Este habría sido asesinado junto a su familia, dejando un total de 12 víctimas, incluidos su esposa, hijos y parientes cercanos. A lo que solo un miembro logró sobrevivir tras fingir su muerte. Los atacantes habrían entrado a la fuerza en la vivienda de la familia que fue posteriormente saqueada por estos mismos.

Los eventos se desarrollaron en Suwayda, al sur de Siria, una zona montañosa habitada principalmente por la comunidad drusa, una minoría religiosa que representa alrededor del 3 % de la población siria.
Pese a que Ahmed al-Sharaa —exlíder de Al-Qaeda y actual gobernante tras el derrocamiento de Bashar al-Assad en 2024— prometió protección a todas las comunidades religiosas, organizaciones como Christian Solidarity International (CSI) denuncian una creciente ofensiva del régimen contra las minorías, entre ellas drusos, alauitas y cristianos.
“Esta violencia no se limita a una sola comunidad”, advirtió Joel Veldkamp, vocero de CSI. “Se está extendiendo a las zonas cristianas y podría escalar aún más”. Según reportes de la organización, testigos relataron que los atacantes ingresaron a zonas residenciales cristianas gritando consignas religiosas, ejecutaron a civiles sin juicio previo y saquearon viviendas bajo el pretexto de “restaurar el orden”.
CSI también difundió imágenes y videos que documentan actos de violencia sistemática: ejecuciones extrajudiciales, saqueos masivos y ataques dirigidos contra templos y líderes religiosos.
Este acontecimiento no se dio de manera aislada. En marzo de este año, se reportó un ataque similar contra la comunidad alauita, generando temor en la población.
A medida que la comunidad internacional desvía su atención de Siria, crece el temor entre las minorías religiosas de quedar a merced de un régimen que, bajo un discurso religioso extremo, estaría consolidando su poder a costa de la diversidad y la convivencia histórica del país.