Algunas iglesias evangélicas en el Perú han empezado a incorporar un lenguaje cargado de confrontación política en sus mensajes. Palabras como “zurdo”, “caviar” o “filoterruco” ya no se oyen solo en debates partidarios, sino también en prédicas y medios de comunicación. Se está construyendo un discurso donde todo el que piensa distinto es visto como una amenaza, no como alguien con quien se puede dialogar.
Medios como Bethel TV, vinculados a sectores evangélicos conservadores, han ofrecido espacio a figuras de la llamada “derecha cristiana”, como el alcalde Rafael López Aliaga o el conductor Phillip Butters. En ese entorno, las diferencias políticas se vuelven motivo para dividir, y se refuerza la idea de que solo una visión del país es la correcta y “bíblica”.
Pero esta lógica de “nosotros contra ellos” es peligrosa. El mensaje de Jesús nunca fue sobre levantar muros, sino puentes. La iglesia está llamada a influir en la sociedad, sí, pero sin perder de vista que el Evangelio no se trata de imponer una ideología, sino de transformar vidas.
No se trata de negar las diferencias. Existen y son necesarias en una sociedad democrática. Pero debemos aprender a ver adversarios, no enemigos. El adversario es alguien con quien debatimos ideas. El enemigo, en cambio, es alguien que deshumanizamos. Y cuando desde el púlpito se empieza a deshumanizar al otro, la iglesia deja de ser sal y luz, para convertirse en parte del ruido.
La fe no puede reducirse a consignas. No necesitamos más trincheras; necesitamos más mesas de diálogo, más empatía y más verdad con humildad. Ese, al final, fue el camino que Jesús eligió.
En los últimos años, sectores cristianos del movimiento provida han intensificado su presencia en ámbitos políticos y sociales, promoviendo la idea de que la...