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El rebranding mediático del presidente José Jerí

En la esfera política, la fe deja de ser espiritual y se vuelve estrategia de imagen.

Como todos los años, las calles de Lima se llenan de color morado y miles de fieles se reunieron para rendir homenaje al Cristo Moreno. Sin embargo, la imagen que más acaparó cámaras y titulares fue la del presidente José Jerí liderando la procesión. Vestido con el hábito morado tradicional, cabeza gacha y cargando el estandarte, Jerí parecía encarnar la imagen de humildad y devoción popular.  

Desde que asumió la presidencia, Jerí ha desplegado una secuencia de gestos cuidadosamente calculados para reforzar esta narrativa de proximidad y fe. Cada semana parece protagonizar un nuevo acto simbólico: ayuda a los damnificados por el incendio en San Juan de Miraflores, rescata a perritos callejeros, entrega comida a la Policía Nacional del Perú, camina entre la gente durante las manifestaciones, entre otras. Y, por supuesto, todo acompañado de su respectiva foto oficial. Ninguna de estas acciones es casual; todas responden a una lógica comunicacional precisa: proyectar la figura de un líder solidario, empático, humilde, preocupado por las personas y los animales. En tiempos de crisis política, la bondad pública se ha vuelto el mejor filtro de imagen.

No obstante, esta nueva identidad contrasta fuertemente con el pasado gris del presidente. José Jerí enfrenta denuncias por presunto cargo de violación sexual, enriquecimiento ilícito y corrupción, además de haber sido ordenado a recibir tratamiento psicológico por impulsividad y conducta sexual patológica.  En su perfil personal de Instagram, seguía a cuentas dedicadas a exponer contenido sexualizado y pornográfico, lo que llevó a los internautas bautizarlo como “José Pajeri”, un apodo que hoy su equipo intenta borrar a punta de la fe y fotos con mascotas.

El problema no reside en la fe del presidente – la espiritualidad es un asunto personal – sino en el uso político de la religión como escudo moral. En el Perú, la clase política ha normalizado el recurso a lo sagrado para limpiar la imagen pública. Para la sociedad peruana, un rosario en la mano vale más que una rendición de cuentas.  La religión así blanquea y purifica reputaciones, otorgando una apariencia de humildad y cercanía con el pueblo, aunque detrás no exista un cambio real.

La imagen que proyecta el presidente José Jerí entre el Palacio de Gobierno y las andas es poco compatible con su pasado gris. Así, su participación en la procesión del Señor de los Milagros no parece una expresión de su fe, sino de su rebranding mediático.  

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