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El decepcionante discurso de Dina Boluarte en la ONU

Mientras líderes de la región abordaron los grandes retos globales, la presidenta usó la tribuna de Naciones Unidas para hablar de la política interna.

La presidenta Dina Boluarte participó está semana en la 80ª edición de la Asamblea General de las Naciones Unidas en Nueva York, y las críticas no tardaron en hacerse escuchar. En un escenario internacional tan fragmentado, politizado y conflictivo como el actual, la población peruana esperaba un discurso que reflejara la posición del país frente a los asuntos humanitarios internacionales más urgentes. Sin embargo, la intervención de Boluarte dejó un sabor agridulce.

Mientras otros líderes internacionales centraron sus discursos en problemáticas globales como el cambio climático y la Agenda 2030, la necesidad de reforma del Consejo de Seguridad, los peligros de la Inteligencia Artificial o los temas de financiamiento de la ONU, la presidenta peruana decidió tomar un rumbo diferente y optó por utilizar la plataforma de las Naciones Unidas para abordar políticas internas en un intento de legitimar su gobierno, en lugar de discutir los desafíos que impactan a la comunidad global.

No obstante, la crítica más resonante fue la ausencia de mención y condena a la crisis humanitaria en la Franja de Gaza. La decisión de omitir este tema ha sido sumamente cuestionada, especialmente porque el reconocimiento de Palestina como Estado por la comunidad internacional y el reciente informe de la ONU que confirma que Israel está cometiendo genocidio contra la población palestina han sido puntos principales de discusión en la Asamblea. Era esencial que la mandataria Boluarte manifestará una postura clara al respecto, sobre todo considerando noticias previas que indicaban una posible compra de armas a Israel, lo que hacía todavía más urgente un posicionamiento ético y tajante.  

Mientras que mandatarios de la región como Lula da Silva, Gabriel Boric y Gustavo Petro pusieron estos temas en la mesa y condenaron energéticamente la gestión de Benjamín Netanyahu y su alianza con Estados Unidos, solicitando que se tomen acciones concretas contra Israel; Boluarte siguió hablando de los logros de su gobierno, en una línea que parecía más una rendición de cuentas a críticos internos que un mensaje a la comunidad internacional.

Este desbalance no solo evidencia la desesperación del gobierno peruano por buscar legitimidad externa, sino también la profunda desconexión del Perú con los asuntos urgentes que marcan la agenda internacional. Si bien es cierto que se rescataron algunos puntos positivos como la defensa al multilateralismo, la condena a las extorsiones, el crimen organizado, la violencia política y la lucha contra el terrorismo, la Asamblea Nacional de las Naciones Unidas no era el espacio para arreglar los asuntos internos o los “trapitos sucios” de la nación. Era en cambio, una oportunidad crucial para proyectar el liderazgo, condenar las violaciones al derecho internacional humanitario y, sobre todo, reforzar la presencia diplomática del Perú en los asuntos globales.

El discurso de Dina Boluarte, lejos de fortalecer la imagen del Perú, terminó confirmando lo contrario: un gobierno ensimismado en su propia crisis interna. Esperamos que, en los días restantes de la Asamblea General, la delegación peruana logre proyectar una voz más alineada con las urgencias globales y refuerce el compromiso del Perú con la agenda humanitaria internacional. 

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