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De Tragedia a Propaganda: El caso de Charlie Kirk

Medios y líderes conservadores han transformado la muerte de Charlie Kirk en un símbolo político y religioso, alimentado la polarización y omitiendo debatir sobre la importancia de la salud mental y el libre manejo de armas

El pasado 10 de septiembre, Charlie Kirk, activista estadounidense de corriente conservadora y fundador de Turning Point USA, fue asesinado con un disparo en el cuello durante un evento universitario de la Universidad de Utah Valley en Orem, Utah. El suceso se produjo en pleno evento universitario, como parte de su gira «American Comeback Tour«, frente a un gran público de personas.

El principal sospechoso es Tyler Robinson, un joven de 22 años de Utah que había obtenido una beca por mérito en la Universidad Estatal de Utah, aunque tras un semestre solicitó licencia y no regresó. Amigos y familiares señalan que Robinson y su entorno compartían posturas políticas conservadoras y que él apoyó la candidatura de Donald Trump en 2020.

Según reportes, Robinson habría confesado el asesinato en un chat privado de Discord, y tras una búsqueda exhaustiva por parte de autoridades federales y locales, fue finalmente detenido con la cooperación de su propia familia, después de que su padre lo identificara en las fotografías difundidas por el FBI. En una breve comparecencia por vídeo ante un juez, Robinson afirmó que atacó a Charlie Kirk porque lo consideraba “una amenaza para el país”.

Actualmente Robinson está acusado de asesinato premeditado y se enfrenta a la pena de muerte.

¿Quién era Charlie Kirk?

Charlie James Kirk, de 31 años, era un activista político de la extrema derecha estadunidense y un aliado clave del presidente Donald Trump. Alcanzó notoriedad nacional e internacional principalmente en el ámbito universitario, donde organizaba eventos de propaganda política pro-Trump y fomentaba debates estudiantiles cargados de polarización y controversia.

Se autoproclamaba defensor de los valores tradicionales y de la familia, pero también era ampliamente conocido por su retórica antiinmigrante, a quienes equiparaba como criminales. Además, Kirk tenía un historial de declaraciones abiertamente racistas, como calificar a las personas afrodescendientes de «intelectualmente inferiores». En una ocasión, afirmó que si subía a un avión y el piloto era negro, se preguntaría si realmente estaba calificado para el puesto.

Sin embargo, su postura más controversial, fue la defensa irrestricta del libre acceso a las armas en Estados Unidos. Kirk argumentaba que la Segunda Enmienda garantizaba un derecho inalienable: la posibilidad de protegerse a sí mismo y a su familia de un gobierno tiránico o de una invasión en el hogar. En una entrevista declaró:

“I think it is worth to have the cost of, unfortunately, some gun deaths every single year, so that we can have the Second Amendment to protect our other God-given rights. Having an armed citizenry comes with a price, and that is part of liberty.” (Creo que vale la pena asumir el costo de, lamentablemente, algunas muertes por armas de fuego cada año, para así poder tener la Segunda Enmienda que protege nuestros otros derechos otorgados por Dios. Tener una ciudadanía armada tiene un precio, y ese precio forma parte de la libertad.)

En el ámbito internacional, Kirk se pronunciaba con frecuencia sobre Medio Oriente. Aunque afirmaba no respaldar incondicionalmente las acciones militares de Israel en Gaza, sostenía al mismo tiempo que “Palestina no existe” y, por ende, que “los palestinos tampoco existen”. Para él, la muerte de miles de civiles, incluidos niños, en la Franja de Gaza era responsabilidad exclusiva de Hamas y constituía un “daño colateral” inherente a la guerra: “Gaza brought these upon themselves” (Gaza se trajo esto sobre sí misma).

Además, rechazó las acusaciones de que Israel atacaba deliberadamente a civiles o mataba de hambre a los palestinos, negando la hambruna bien documentada en Gaza.   

La narrativa del “mártir” y la politización de la tragedia

En los días posteriores al ataque, la narrativa dominante en amplios sectores mediáticos y políticos situó el hecho como un ataque ideológico perpetrado por la “izquierda”. Esta retórica, que presenta a la libertad de expresión “bajo asedio” y habla de una persecución feroz contra la derecha, la “verdad” o incluso “Dios”, contribuye a profundizar la polarización política y a convertir un crimen en un símbolo cultural y político.

Figuras conservadoras y mediáticas han instrumentalizado el suceso para denunciar una supuesta “campaña de odio” de la izquierda. El presidente Donald Trump ha puesto énfasis en la importancia simbólica de Kirk dentro del movimiento MAGA y de los jóvenes de derecha, presentándolo no solo como una víctima, sino como un “mártir de la verdad y libertad”. Asimismo, mencionó que “es un momento oscuro para América”.  

El primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, buscado por la Corte Penal Internacional por crímenes de guerra, incluso lo llamo “amigo incondicional de Israel” que defendió “con valentía la civilización judeocristiana”.

Este sentimiento también fue replicado por líderes internacionales como Giorgia Meloni, Viktor Orbán y Javier Milei, quienes lamentaron la muerte de Kirk como un ataque a la democracia y a la libertad.

En Perú, esta narrativa encontró eco en figuras como Rafael López Aliaga, quien lo describió como un «mártir« que se enfrentó a la agenda woke. Durante su participación en el foro internacional del Vox “Europa VIVA 25”, el alcalde de Lima expresó que Kirk es un “mártir” que “se había hecho de paciencia para aguantar a tanto rojo inútil (…) Charlie Kirk siempre respondiendo, sin perder la paciencia, sin alterase (…) a esta izquierda del mal, mentirosa, asesina y ladrona”.

La Municipalidad de Lima acaba de anunciar un homenaje a Charlie Kirk programado para el 4 de octubre en el Circuito Mágico del Agua, titulado “Homenaje a Charlie Kirk y a la defensa de la vida y la libertad”. 

Medios locales como Bethel TV también se sumaron a esta retórica. En el programa del 11 de septiembre, el invitado Anthony Verdugo no solo presentó la muerte de Kirk como un «crimen de odio contra un cristiano«, sino que lo elevó a la categoría de «mártir de la fe» que no buscaba «ningún poder ni influencia«. Asimismo, calificó a los sectores de izquierda como “regresistas” “Yo no usaría la palabra progresista, ese es el término que usa el enemigo, la palabra es regresista. Estas personas promueven un atraso psicológico, mental, sociológico, una patología… estas no son personas que están bien de la cabeza.” En esta misma línea de ideas, Verdugo aseveró que quienes no siguen las ideologías conservadoras o de derecha “Promueven un egoísmo, de que el ser humano es el centro del universo, en vez de Dios. Esa ideología izquierdista extremista es anticristiana” y que “Nosotros somos los verdaderos progresistas porque estamos protegiendo y defendiendo la vida.”

También llegó a afirmar que la labor política de Kirk era un “llamado que Dios le dio a él para cambiar una generación de jóvenes” y que “Dios lo estaba usando para alcanzar a estos jóvenes.”

Estas declaraciones ejemplifican cómo ciertos discursos fusionan lenguaje religioso, moral y político para transformar una tragedia individual en un emblema colectivo. El resultado es la construcción de un relato en el que la violencia se explica como consecuencia de una supuesta “depravación” ideológica del adversario, mientras que el fallecido se eleva a la categoría de símbolo moral y espiritual. Esa estrategia narrativa simplifica causas complejas, dificulta la investigación objetiva y alimenta la polarización social.

Las verdades que se omiten

No obstante, esta narrativa dominante que se centra en el “mártir político y religioso” desvía la atención de los problemas estructurales que permitieron esta tragedia. Se omite discutir sobre la proliferación de armas en Estados Unidos y la facilidad con la que una persona puede obtener un arma de fuego, incluso ingresar con ella a un espacio público como el de una universidad. Pese a esto, pocas discusiones se centran en regulaciones más estrictas y en cómo evitar que armas acaben en manos de individuos radicalizados o inestables mentalmente.

Un factor crucial que se ignora es el deterioro de la salud mental. En muchos crímenes con armas de fuego, los problemas psicológicos y la radicalización son factores determinantes. Sin embargo, en lugar de abordar factores estructurales dominantes que incitan y generan un escenario adecuado para la violencia política, el relato dominante tiende a focalizarse en la dimensión ideológica.  

Instrumentalización religiosa y política

La muerte de Charlie Kirk es sin duda un hecho lamentable, con impacto real para familiares, seguidores y para el clima político. No obstante, convertir esta tragedia en un emblema político y presentarla simplemente como un arrebato contra Dios o “la izquierda contra la libertad y democracia”, evidencia una instrumentalización que oculta otras causas y elimina otras verdades y responsabilidades como la falta de medidas para controlar el libre uso de armas en Estados Unidos, la prevención de la salud mental y los protocolos de seguridad en los campus educativos. Al convertir el duelo en símbolo, se corre el riesgo de simplificar una tragedia compleja y de movilizarla como herramienta de polarización partidaria.

Además, resulta profundamente irónico que se le declare “mártir” a alguien cuya trayectoria pública estaba marcada por un apoyo acrítico a las políticas de Israel y por posturas públicas que muchos han denunciado como racistas y hostiles hacia inmigrantes y minorías. La elevación simbólica a la categoría de mártir, por tanto, borra estas contradicciones y transforma en signo sagrado a una figura cuyo legado incluye exclusión y división. Paradójicamente, el señor Kirk fue asesinado por lo que él defendía, el libre uso de armas. 

Toda muerte merece ser tratada con empatía y respeto; y desde Evangelio sostenemos que nadie debería ser asesinado por sus ideas. Es lamentable que algunos medios y actores religiosos utilicen esta tragedia como plataforma para fines políticos, en lugar de reclamar medidas que reduzcan el riesgo de que un evento similar pueda repetirse.

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