El 15 de agosto de 2021 marcó un punto de quiebre en la historia moderna de Afganistán. Ese día, los talibanes entraron en Kabul y retomaron el control del país tras la retirada de las fuerzas internacionales lideradas por Estados Unidos. Cuatro años después, el país vive bajo un régimen opresivo que ha restringido severamente las libertades civiles, con un impacto especialmente devastador en la vida de las mujeres y niñas, quienes han pagado el precio más alto.
Situación actual de las mujeres en Afganistán
Tras el colapso del gobierno afgano, los talibanes impusieron una interpretación estricta de la ley islámica que ha excluido a las mujeres de la sociedad. Entre las medidas más drásticas, se les ha prohibido el ingreso a la educación secundaria y universitaria, así como trabajar en la mayoría de los sectores. Más aún, han perdido su libertad de movimiento, ya que no pueden salir a la calle sin un tutor masculino.
La situación es tan grave que la voz de las mujeres ha sido eliminada del espacio público, con edictos talibanes que tipifican como “violencia moral” el hecho de que hablen en público. En algunas regiones, también se han endurecido las normas de llevar hiyab y chador, llegando a exigir el uso del burka, prenda que cubre todo el cuerpo.
Según la ONU, estas condiciones han acortado la esperanza de vida de las mujeres y se estima que la mortalidad materna podría aumentar en un 50% para el 2026.[1] Amnistía internacional ha denunciado que, desde enero, los talibanes han detenido a decenas de mujeres y niñas por incumplir las normas del hiyab, muchas de las cuales han reportado tratos degradantes, torturas e incluso abuso sexual. Además, las restricciones a la libertad de expresión y prensa se han intensificado en todo el país.[2]

En pocas palabras, la intención de los talibanes es eliminar sistemáticamente tanto la presencia pública de las mujeres como su individualidad.
Historia del conflicto: El ascenso de los talibanes al poder
Afganistán es un país ubicado en Asia central, entre Irán y Pakistán, de religión musulmana de mayoría sunita. Su historia moderna ha sido marcada por la inestabilidad política y las invasiones extranjeras, generando un clima de permanente conflicto.
En 1973, un golpe de Estado derrocó la monarquía y se estableció la República de Afganistán. Pocos años después, en 1978, un nuevo golpe de Estado de corriente comunista llevó al poder al Partido Democrático Popular de Afganistán (PDPA), el cual fue apoyado económica y militarmente por la entonces Unión Soviética (URSS). Esto provocó una feroz resistencia interna por parte de los muyahidines afganos, grupos islamistas que se oponían a la imposición de un gobierno secular.
Tras el aumento de la insurgencia, la URSS invadió Afganistán en 1979 para apoyar el régimen comunista. Esta invasión marcó el inicio de una guerra de diez años. En este escenario, Estados Unidos tomó la decisión de armar y financiar a la resistencia muyahidín. Cabe señalar que estos grupos recibieron apoyo de fuerzas fundamentalistas procedentes de todo el mundo musulmán. Entre otros, contó con la participación del dirigente saudí Osama bin Laden, quien lideró Al-Qaeda en la guerra contra los soviéticos, con apoyo norteamericano.[3]

Tras una década de guerra, la URSS se retiró en 1989. Sin el apoyo soviético, Afganistán cayó en una devastadora guerra civil que fragmentó el poder y control de la nación. En este escenario de caos, un movimiento comenzó a adquirir cada vez más fuerza y poder: los talibanes. Este grupo fundamentalista islámico liderado por el Mohammad Omar, ex muyahidín afgano que había ganado notoriedad en la guerra contra los soviéticos, tomó rápidamente el control del país con el apoyo de Pakistán, estableciendo el Emirato Islámico de Afganistán en 1996. Su gobierno fue conocido por una represión extrema, en especial contra las mujeres.
Tras el 11 de septiembre del 2001, el gobierno norteamericano de George W. Bush encabezó un ataque en el país afgano con la intención de capturar a Osama bin Laden y desmantelar Al-Qaeda. Aunque la invasión fue exitosa en sus inicios, la posterior decisión de George W. Bush de invadir Irak en 2003 desvió la atención y los recursos, lo que desencadenó una guerra civil entre quienes respaldaban el gobierno de Hamid Karzai instalado por Estados Unidos, y quienes apoyaban a los talibanes.[4]
Otro factor que debilitó considerablemente la presencia estadounidense en el país asiático fue sobreestimar su capacidad para mantener las relaciones bilaterales con Pakistán. Durante años, los líderes estadounidenses buscaron el apoyo de Islamabad para una resolución pacífica de la guerra en Afganistán. No obstante, Islamabad estaba más interesado en mantener abiertas sus opciones en Afganistán. Incluso después de que Osama bin Laden fuera capturado en territorio pakistaní en el 2011, Estados Unidos mantuvo estrechos vínculos con Pakistán dada la amplia importancia regional del país.[5]

Estas dos circunstancias permitieron que los talibanes puedan reagruparse en Pakistán – lugar desde donde organizaban sus ofensivas – y poco a poco ganar más terreno en Afganistán. Finalmente, un acuerdo de paz firmado en 2020 con Estados Unidos allanó el camino para la retirada total de las tropas en 2021. Este retiro fue totalmente caótico y, en cuestión de semanas, los talibanes retomaron el control total, marcando el fin de la intervención extranjera y el regreso a un régimen sumamente represivo.
¿Qué depara el futuro?
Las organizaciones internacionales denuncian que el país enfrenta una de sus peores crisis humanitarias. La economía ha colapsado y la inseguridad alimentaria y la falta de acceso a servicios básicos afectan a más de la mitad de la población. Las sanciones internacionales y el aislamiento diplomático agravan la situación, y la propia administración talibán obstaculiza la ayuda humanitaria.
La represión contra las mujeres, minorías étnicas y religiosas, así como las detenciones arbitrarias de activistas y opositores, son parte de un clima general de miedo. En julio de este año, la Corte Penal Internacional (CPI) emitió órdenes de arresto contra el líder talibán Haibatullah Akhundzada y el presidente del Tribunal Supremo Abdul Hakim Haqqani por persecución por motivos de género, un crimen de lesa humanidad, según el Estatuto de Roma. Sin embargo, los talibanes rechazaron las órdenes, alegando a sus tradiciones religiosas.

El fundamentalismo religioso, como el implementado por los talibanes, representa uno de los más graves peligros para los derechos humanos y la estabilidad social. Es verdad que las religiones forman parte de las culturas y de las civilizaciones, sin embargo, imponer una interpretación única y radical de una doctrina, no solo restringen libertades fundamentales, sino que también buscan eliminar sistemáticamente la individualidad y la presencia de comunidades que no se ajustan a aquel pensamiento. En el caso de las mujeres afganas, esto se traduce en la supresión de su derecho a la educación, al trabajo y a la libre circulación, confinándolas a un rol subordinado que las despoja de su identidad y agencia.
En este cuarto aniversario, la comunidad internacional enfrenta el dilema de cómo interactuar con el régimen sin legitimar sus abusos, mientras busca mecanismos para canalizar ayuda a la población. Para muchos afganos, en especial para las mujeres, el 15 de agosto representa la pérdida de sus derechos y libertades que tanto habían luchado por mantener.
[1] Naciones Unidas. (11 de agosto de 2025). Four years on, here’s what total exclusion of women in Afghanistan looks like. Naciones Unidas [sitio web]. Recuperado de: https://news.un.org/en/story/2025/08/1165622
[2] Amnistía Internacional. (2025). Afganistán 2024. Amnistía Internacional [sitio web].Recuperado de: https://www.amnesty.org/es/location/asia-and-the-pacific/south-asia/afghanistan/report-afghanistan/
[3] Zapata, A. (2014). Un mundo incierto. Fondo Editorial PUCP.
[4] Zapata, A. (2014). Un mundo incierto. Fondo Editorial PUCP.
[5] McKinley, M. (16 de agosto de 2021). We All Lost Afghanistan. Foreign Affairs [sitio web]. Recuperado de: https://www.foreignaffairs.com/articles/united-states/2021-08-16/we-all-lost-afghanistan-taliban