Hace mas de un año, el 14 de mayo de 2024, el Colegio Santa Magdalena Sofía, en Chiclayo, se convirtió en escenario de un hecho inusual: más de 90 alumnas, en su mayoría adolescentes, presentaron desmayos, taquicardias, falta de aire y convulsiones durante una jornada religiosa en el patio escolar. La emergencia movilizó ambulancias, bomberos y personal de salud hacia el plantel y centros médicos de la ciudad.
La jornada, organizada como parte de las actividades espirituales de la institución, incluía discursos, cánticos y momentos de oración dirigidos por un laico de la Diócesis, habitual en eventos del colegio. Según autoridades educativas, no era la primera vez que se realizaba una ceremonia similar; sin embargo, nunca antes se había registrado una reacción de tal magnitud.
Aunque en un inicio se barajaron diversas hipótesis, la Gerencia Regional de Salud de Lambayeque apuntó a un posible caso de histeria colectiva o trastorno psicógeno masivo.
Un fenómeno que se propaga “como un virus”
Para entender qué sucedió, consultamos a la psicóloga Kamila Cueva, especialista en salud mental y adolescentes. Ella explica que la histeria colectiva es “un fenómeno parasocial, donde un grupo de personas experimenta los mismos síntomas en cadena, empezando por un paciente cero que percibe una amenaza. Esto se propaga como un virus, pero no físico, sino a través de sugestión, estrés y pensamientos precipitados por la preocupación”.
En contextos escolares, especialmente en grupos de adolescentes, las reacciones pueden intensificarse. La psicóloga resalta que esta etapa de la vida está marcada por cambios hormonales, emocionales y sociales que incrementan la susceptibilidad: “Los adolescentes son naturalmente más emocionales y, al no tener aún un manejo sólido de sus sentimientos, tienden a reaccionar con mayor intensidad ante estímulos estresantes”.
El papel de la empatía y el vínculo grupal
En este caso, el miedo se propagó rápidamente. La psicóloga apunta que la empatía y los lazos de amistad juegan un papel determinante:
“En la adolescencia, las amistades son vínculos muy fuertes, más que en la niñez. Si una amiga se siente mal, la preocupación genuina puede llevar a experimentar síntomas similares por pura sugestión”.
Esto se agrava si el evento ocurre en un espacio cerrado, con una alta carga emocional y sin posibilidad de desconexión física inmediata.
Cuando el mensaje religioso se convierte en detonante
Más allá del contenido religioso, el estilo de comunicación puede influir. Cueva señala que “el tono de voz, las palabras y el lenguaje corporal del orador pueden impactar más a una persona sugestionada, sobre todo si está atravesando un momento de estrés previo”.
Elementos como música, cánticos o pausas dramáticas frecuentes en predicaciones pueden generar un estado emocional intenso. “Un tono nostálgico o solemne puede remover recuerdos, sensaciones y pensamientos que aumenten la ansiedad, especialmente en jóvenes sensibles”, explica la especialista.
Factores previos que preparan el terreno
El suceso no se da en un vacío. Estrés académico, problemas familiares o experiencias recientes negativas pueden incrementar la vulnerabilidad psicológica. “Cuando el adolescente acumula preocupaciones y sobrepensamiento, se crean las condiciones para que un estímulo emocional fuerte sea el gatillo de una reacción física”, advierte Cueva.
Prevención y protocolos en escuelas
La especialista propone medidas para evitar que episodios similares se repitan:
Información clara y previa sobre el evento y su propósito.
- Evaluación del ambiente (espacio, clima, ventilación).
- Trabajo conjunto con los padres para reforzar la estabilidad emocional en casa.
- Aplicación de Primeros Auxilios Psicológicos (PAP) ante los primeros síntomas, con escucha activa, creación de un espacio seguro e intervención rápida con el “paciente cero” para frenar el contagio emocional.
- Posterior al evento, recomienda un seguimiento integral, tanto físico como psicológico, para que los estudiantes desarrollen herramientas que les permitan afrontar crisis futuras.
Casos similares en el mundo
Episodios de histeria colectiva asociados a eventos religiosos o escolares no son exclusivos de Chiclayo. En países como Tanzania (1962), Malasia (2019) o Colombia (2023) se han documentado casos donde grupos de estudiantes presentaron síntomas físicos tras ceremonias o estímulos colectivos, casi siempre vinculados a emociones intensas y entornos cerrados. Los especialistas coinciden en que la clave para entenderlos está en la psicología social y no en causas sobrenaturales.
Lecciones a más de un año
El caso de Chiclayo deja una lección para autoridades educativas, líderes religiosos y familias: la importancia de entender cómo los discursos, especialmente los cargados de emotividad, pueden impactar en mentes jóvenes. La prevención pasa por reconocer los límites emocionales de los adolescentes y garantizar entornos seguros, tanto física como psicológicamente.
Finalmente la especialista Kamila Cueva concluye:
“No se trata de evitar los eventos religiosos o masivos, sino de abordarlos con responsabilidad emocional. Preparar a los estudiantes, evaluar riesgos y estar listos para intervenir puede marcar la diferencia entre una experiencia formativa y una crisis colectiva”.