Hunt Priest, sacerdote de la Iglesia Episcopal en Estados Unidos acaba de ser retirado de su cargo luego de 20 años al servicio de la institución debido a su relación con los psicodélicos y la fundación de una organización que los promovía desde una perspectiva espiritual cristiana.
Luego de 13 meses la Diocesis de Georgia determinó el 5 de agosto, que Priest había usado su rol pastoral para impulsar prácticas consideradas inapropiadas. Entre los cargos en su contra figuraban conducta indebida y engaño.
El propio Priest había contado que, en 2016, participó en un estudio con psilocibina (el compuesto de los llamados “hongos mágicos”) y que aquella experiencia fue “muy cristiana”. A partir de esta experiencia, en 2021 fundó Ligare, un grupo que buscaba reunir a creyentes interesados en explorar lo espiritual con la ayuda de psicodélicos.
Pero no todos estuvieron de acuerdo. El obispo Frank Logue afirmó que el sacerdote puso en riesgo a personas vulnerables al relacionar la fe con sustancias que aún son ilegales en Estados Unidos.
Más allá de la sanción, el caso ha encendido un debate dentro de las iglesias: ¿pueden los psicodélicos tener un lugar en la experiencia religiosa? Algunos ven en ellos una puerta a lo trascendente; otros, un riesgo de manipulación y de banalizar la fe.
Lo que queda claro es que la historia de Hunt Priest no es solo un caso personal, sino parte de una discusión más grande sobre cómo la religión enfrenta nuevas prácticas en un mundo donde lo espiritual y lo científico empiezan a cruzarse de formas inesperadas.