Este martes 23 de julio, la presidenta de la República, Dina Boluarte, participó en la ceremonia interreligiosa “Oramos por el Perú”, realizada en el Centro de Conferencias Limatambo, en San Isidro, como parte de las actividades por el 204.º aniversario de la independencia nacional.
El evento, organizado por el Consejo Interreligioso del Perú, congregó a representantes de más de 14 confesiones religiosas —católicos, evangélicos, musulmanes, judíos, budistas, bahá’ís y pueblos indígenas— bajo el lema “La paz, una responsabilidad de todos”. La jornada incluyó momentos de oración, reflexión y música, con el propósito de promover la unidad, la justicia y la reconciliación en el país.
A la ceremonia asistieron también ministros de Estado, autoridades del Congreso, representantes del Tribunal Constitucional, embajadores y líderes sociales. La presidenta Boluarte agradeció las oraciones por el país y destacó la importancia de construir una convivencia pacífica basada en el respeto mutuo.
Sin embargo, la participación de la mandataria se da en un contexto complejo. Las investigaciones fiscales en curso, las críticas por su limitada comunicación con la prensa y los cuestionamientos sobre decisiones políticas durante su gestión han generado un ambiente de desconfianza en diversos sectores.
🙏 La presidenta Dina Boluarte participó en la ceremonia “Oramos por el Perú”, un espacio de encuentro interreligioso que unió a líderes de distintas confesiones para elevar plegarias por la paz, la justicia y la unidad del país.
— Presidencia del Perú 🇵🇪 (@presidenciaperu) July 23, 2025
Un momento de reflexión espiritual en el marco… pic.twitter.com/CksTVwkoHh
Desde una perspectiva ciudadana y espiritual, resulta necesario reflexionar sobre el rol simbólico de estos eventos. ¿Pueden los espacios interreligiosos ser plataformas efectivas para la reconciliación nacional? ¿O corren el riesgo de convertirse en gestos protocolares sin impacto real?
En Evangelio.pe consideramos valioso todo acto que convoque a orar por el Perú, especialmente si promueve el diálogo y la inclusión. Pero también afirmamos que la paz no se sostiene solo con discursos, sino con acciones coherentes, transparencia y decisiones que honren el clamor social.
La espiritualidad pública tiene sentido cuando se traduce en ética política y justicia concreta.